El espíritu Det

© Miguel Det

Escrito por Pilar Fonseca | Publicado el 12-08-18

Cuando tenía 3 años era un niño asmático, la única forma de salvarme era llevarme a la sierra por el clima seco. Mi viejo me llevó a Pomabamba, su tierra. Una noche estaba durmiendo en un colchoncito al lado de la cama de mis tíos, cuando me desperté al sentir una presión en el pecho. Dos tarántulas estaban sobre mí, no sé si estaban peleando o en un ritual de apareamiento. Las patas las tenían levantadas y giraban lentamente. Me quedé hipnotizado viendo un ballet de terror. Mi tía encendió la luz y a una la mató de un escobazo; la otra se escapó por la ventana y desapareció… Parece que inconscientemente la tarántula que se escapó se metió dentro mío y convirtió al mundo como si fuera mi tela. Lo que hizo esta figura en mí es capturar a seres humanos con mis hilos de tinta.

Miguel Vidal Salas o Miguel Det (Lima, 1968) es un artista de luz y sombra. Largo y flaco, de metro setenta y cinco, sus ojos saltones te miran a través de unos lentes negros y cuadrados. En su larga melena ya asoman algunas canas, pero Miguel confiesa que dibuja desde que tiene memoria. Doré, Beardsley, Ward y los Ukiyo-e de Hokusai son sus referentes. “Lo que me interesa es la versión menos luminosa del trabajo figurativo lineal… Una representación menos idílica, menos feliz y un tanto más real.

En su infancia fue un niño asmático, pero curioso. Como no podía estar corriendo se la pasaba dibujando. Dibujaba todo el tiempo. Quería perennizar aquello que no quería olvidar.  Una necesidad de atesorar recuerdos que Miguel sigue arrastrando hasta el día de hoy, y que le lleva a retratar a sus familiares y amigos. “A las personas que estimo me nace dibujarlas espontáneamente porque quiero retenerlas. Quiero colocarlas al margen de la sucesión del tiempo. Capturar el recuerdo. Crear un retablo figurativo con sus imágenes de modo que termine sacándolas de la necesidad del tiempo, salvarlas para mí.”

De niño le atormentó que la cucaracha Martina no tuviera una patita para caminar y en sus dibujos no le faltaba ninguna. Así como los cuentos que su mamá le contaba para dormir, él completaba el final inconcluso dibujando. Había que darle un desenlace y no quedarse en el suspenso. 

No tenía amigos de barrio, era un niño asmático y sobreprotegido. No salía mucho. A una cuadra de mi casa había una librería y ya existían las láminas, pero yo prefería seguir dibujando.” A los 13 años, Miguel hacía los dibujos para empresas que solicitaban sellos de jebe. Él se divertía y terminó haciendo el logo de una empresa farmacéutica.

Recrear al hombre lobo
Estudió Biología porque de las carreras tradicionales era la que más se ajustaba a su estilo, pero además porque tenía la intención de usar sus conocimientos en recrear al hombre lobo. Det no tiene ningún reparo en confesarlo: “Crear mutantes era mi plan escondido. Quería devolver al hombre su perdida y salvaje inocencia. Aunque luego me di cuenta de que esto se debía al ritmo social de la vida, por eso me volví anarquista.”

Sin saberlo, la Biología le sirvió para desarrollar la paciencia y la capacidad de observación del cuerpo humano. Si bien no acabó la carrera, Miguel siempre ha sabido sacarle la vuelta a los inconvenientes para ponerlos a su favor. “Lo que me salvó de la Biología es que a la hora de dibujar un animal sacrificado lo que yo más veía era la expresión del animal y eso para la ciencia no importaba. […] No le veía el gusto a tener que arrancarle las alas a una mariposa para su estudio. Preferí mi interés por lo vivo.”

Miguel también tiene un pasado oscuro como músico. A finales de la década de 1980, tuvo 2 bandas de punk-metal subtes que surgieron en Colmena, lugar donde se le fue la timidez. Una de nombre irrepetible porque es una grosería y asegura que puede ofenderme.  A pesar de mi insistencia, no me la dice, y la segunda se llamó Anti, con Abel Morbo y César R. Una mezcla de metal que solo daba para punk por las habilidades musicales de sus integrantes. Solo tenían 3 temas y Miguel tocaba el bajo.

Miguel me confiesa que el metal era para él una inyección de pura vitalidad. Por suerte, supo dejarlo a tiempo. O sus propias palabras: “Esa es una de mis grandes virtudes, sé fracasar a tiempo.

Momento irrepetible
Det es un artista autodidacta, o lo que yo llamaría innato, que no le resta a su arte su cualidad poética cuando busca que se conserve la primera vibración del dibujo, así sea errática. “Esa experiencia es irrepetible. Esa sensación no se puede conservar más que a través del apunte original y me interesa compartirlo.”

Cuando dibuja, Det va siempre a la caza del instante único. “De pronto emerge como una epifanía de algo, un momento milagroso en el que algo ha aparecido y te ha fascinado y está fuera del tiempo. Ese instante no se va a repetir nunca, ni siquiera con la misma persona. Me gusta la captura de ese momento irrepetible. Nunca te va a fascinar tanto esa mirada, ese temblor de labios, esa expresión como en ese momento… Después lo entinto, pero siguiendo exactamente el trazo.”

Sus personajes son tan reales que siempre acaban muriendo. ¿No hay finales felices?, le pregunto a Det. “No. Por ahora subsisten, pero no me interesa darles continuidad a mis personajes porque eso falsea la historia. Me interesa que mueran en una obra como se muere en una vida al final de ella.”

El futuro es hoy
Ha trabajado en diversos medios impresos y le han ofrecido conocer a personajes políticos para que no los satirice tan cruelmente, pero él no ha aceptado. También lo han censurado, pero Det no ha parado de dibujar en lo que cree. Ha ilustrado Dioses y Hombres de Huarachorí, inspirado en los dibujos de Huamán Poma de Ayala y la iconografía Moche,  Conversaciones en la Ciudad de Cartón y Lima La Horrible, un ensayo historieta original de Salazar Bondy, entre otros muchos proyectos personales.

No tiene proyectos a futuro; su futuro es hoy, y me muestra los dibujos en los que ocupa su tiempo. Ahora está trabajando en tres proyectos paralelos, y Miguel es riguroso cuando debe empezar a dibujar. “Cuando tengo que hacer algo como ilustrar un libro antes busco una documentación completa, para eso soy bien obsesivo y minucioso. Necesito documentarme para que un solo dibujo calce en una situación. Eso tiene sus pros y sus contras y mantengo distancia del objeto a dibujar para que mis emociones no interfieran. Prefiero no afectarme demasiado con un conocimiento personal, demasiado íntimo de aquello que estoy dibujando… No quiero estropear el carácter epifánico del objeto.”

Alfredo Villar, curador de arte, ha dicho que Miguel Det es el artista más sofisticado y complejo de la generación post 92. Y es imposible no darle la razón con solo ver su trabajo. A través del dibujo, Det ordena y concluye el mundo. Le da aquella mágica cuota de capturar para retener y evitar que se disuelva en la memoria.

Miguel todavía considera al dibujo como un juego. “Tuve que esperar que mi viejo muriera para hacer de esto una profesión, no me atrevía a romperle el corazón y decirle que no me interesa nada más que seguir dibujando.” Y por suerte no dejó de hacerlo.

Comentarios

Siento una admiración muy grande por Miguel Det Sus dibujos son realmente increíbles en los detalles y expresiones de sus personajes Quisiera que su obra sea más difundida en los medios de comunicación, porque un artista como él, merece el reconocimiento no sólo en nuestro país sino a nivel internacional

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