José Carlos Picón | 11.06.2025

Documental peruano de Inés Ruiz Alvarado sobre defensoras nativas de la lengua y saberes ancestrales de la comunidad Ese’Eja en Puerto Maldonado, Madre de Dios, fue estrenado en España. Conversamos con la realizadora.
Escrito por José Carlos Picón
El cine documental peruano es tan rico como complejo por su diversidad de temas, enfoques y culturas. Y la Amazonía de nuestro país constituye, en ese sentido, una inmensa fuente de insumos para abordar la belleza, la vida, así como los grandes problemas que la amenazan.
Yo soy el Bosque, documental dirigido por la cineasta e investigadora Inés Ruiz Alvarado, muestra el proceso de un trabajo de aproximadamente tres años en Puerto Maldonado, Madre de Dios, donde habitan los miembros de la comunidad nativa Ese’Eja. El proyecto ha sido financiado por la Oficina de Cooperación y Desarrollo de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) en España y la Universidad Científica del Sur (UCSUR).
Ruiz Alvarado, quien también es directora de la Cátedra Unesco de Políticas Públicas y Gestión Cultural, así como docente e investigadora principal de la UCSUR, realizó trabajo de campo en las comunidades de Palma Real, Sonene e Infierno, donde los Ese’eja realizan sus actividades cotidianas y productivas. “Mi principal preocupación y objeto de estudio fueron las mujeres de la zona quienes buscan proteger su cultura y su territorio”, cuenta.
Mediante una narrativa que explota la poética que emana del bosque amazónico pero que escapa del exotismo, con un ritmo cadencioso, contemplativo, un contenido riguroso, revelador, gracias a los protagonistas, y la sugerente música del compositor peruano Arturo Ruiz del Pozo, la realizadora recoge las voces de mujeres “que se organizan para proteger su territorio frente a la amenaza de la minería ilegal, la deforestación, la trata de personas y la violencia de género”, detalla. “Las líderes utilizan su cuerpo para proteger su hogar que es el inmenso ecosistema que habitan y que constituye una riqueza imprescindible no solo para ellas sino para el planeta. Y es que las amenazan, acosan, y violentan sexualmente”.
Defensa del territorio y Turismo
Infierno es una comunidad Ese’Eja mixta conformada por nativos, originalmente nómades que ahora transitan tres grupos geográficos en Perú (Palma Real, Sonene e Infierno) y uno en Bolivia; asimismo, está habitada por migrantes o colonos de la zona sur (Cusco, Puno) y del país altiplánico. Estos últimos buscan oportunidades que pueda otorgarle este territorio privilegiado por su biodiversidad, ocupan zonas intangibles y de amortiguamiento de la Reserva Nacional de Tambopata, un espacio protegido, por sus habitantes y, supuestamente, por normativa gubernamental, cuenta Ruiz Alvarado.
“Mis investigaciones iniciadas en el 2022 evidencian la relación y el impacto de la actividad turística en la comunidad y sus dinámicas con la empresa privada”. Esta simbiosis humana data de hace más de 20 años. “En el camino percibí la preocupación de varios comuneros por un inminente peligro de extinción (dixit) de su comunidad, pérdida de su territorio y cultura, y sobre todo de su lengua y saberes ancestrales. Debemos tener en cuenta que estos grupos humanos no son estáticos, cambian constantemente bajo el influjo de la modernidad, la expansión de zonas urbanas y de actividades extractivas”.
Mujeres protectoras
El fuerte impacto en la comunidad a través de invasiones, tala ilegal y otras actividades que vulneran sin ningún tipo de control ni fiscalización, recursos y ecosistemas, cala de forma transversal en violencia de género que afecta a las mujeres y adolescentes.
Los dramáticos testimonios de las protagonistas contrastan con la contención de las imágenes en el filme; el uso de blanco y negro, las superposiciones de cuadros del bosque en movimiento siendo intervenidas por quienes lo caminan, en una secuencia articulada, nada efectista, son parte de la identidad del documental. “Se ha encontrado casos, en diversos espacios de la Amazonía, de trata de menores, embarazos adolescentes, violaciones”, refiere Inés.
Marisela M., líder ese’eja, expresa su preocupación, por ejemplo, frente al creciente número de suicidios de jóvenes dentro de la comunidad. Ella conoce la problemática de las mujeres de la zona y encabezó su junta directiva en compañía de diez valientes nativas, por algunos años hasta 2024. El foco principal del proyecto, además de esta primera mirada, ha sido puesto en la dinámica entre la empresa privada de ecoturismo, los agentes locales, sus organizaciones, espacios y ecosistemas.
También sostiene que sus demandas son ignoradas tanto por los gobiernos locales y regionales como por más altas instancias y, frente a ello las mujeres en esta zona toman, ellas mismas, las riendas del problema, poniendo en grave peligro su integridad, su cuerpo, en defensa de sus territorios. Se han visto casos incluso de algunas miembros de las comunidades amazónicas que han perdido la vida. Ante ello, la opinión pública ha sido testigo, en algún caso, por ejemplo, de respuestas inauditas ante las denuncias de violencia en la Amazonía (500 casos de violación en pueblos Awajún), como la del ex ministro de Educación, Morgan Quero, quien sostuvo que este tipo de daños responden a prácticas culturales.
“Este tipo de indiferencia o desdén causa indignación entre las mujeres líderes ese’eja. Al conversar con algunas de ellas y con Marisela, pude constatar que no solo se sienten ignoradas sino también sorprendidas por la actitud de las autoridades que minimizan sus preocupaciones frente a las amenazas en esta parte del territorio amazónico”, refiere la directora de “Yo soy el Bosque”.
“Es muy probable, incluso, que exista complicidad por parte de las instancias públicas con los agentes de estas actividades extractivas e ilegales. Las amenazas directas de parte de estas mafias contra las protectoras del bosque son inmediatas. Ellas, valientemente, las denuncian, otras no lo hacen por miedo”, subraya. “Sus vidas corren peligro constantemente”.
Cultura y saber ancestral
Inés cuenta que hubo una época en la que Marisela asumió la presidencia de la junta directiva de la comunidad nativa de Infierno. Su liderazgo estuvo abocado al rescate de la lengua Ese’Eja. Gracias a ella se contrataron profesores nativos de Palma Real para enseñar y dar talleres a niños y jóvenes. La iniciativa se dio de cara contra la realidad. Muchos de ellos no tenían interés en la conservación de su idioma, su aprendizaje, tampoco por los conocimientos de su tradición, puesto que tienen sus energías dirigidas a migrar a zonas urbanas o de escapar de la violencia o situaciones que en su propio territorio crean inseguridad.
“Es normal que los individuos busquen movilizarse donde piensan tendrán mejores condiciones de vida. Y es que, precisamente, el tema de la educación junto con la problemática mencionada, así como el acceso a la salud, no están garantizados. Recordemos aquello que acuñó un expresidente de forma lamentable y para siempre, ‘ciudadanos de segunda clase’”, subraya.
Otro de los proyectos en los que Marisela trabajó y colaboró con tenacidad fue Ametra 2001, un centro de investigación interdisciplinario en Tambopata que congregaba a chamanes de la zona y médicos de formación científica interesados en la utilización de plantas maestras y medicinales amazónicas. Allí, ambas partes intercambiaban conocimientos, brindaban ayuda y tratamientos a personas con diferentes dolencias. Marisela perfeccionó, en esta suerte de laboratorio de la naturaleza, el saber de los chamanes, el uso de plantas sagradas y medicinales —sus primeros acercamientos fueron de niña gracias a su madre.
Sin duda, esta iniciativa, de haber tenido la atención y, sobre todo, el apoyo desde un enfoque intercultural tal vez hubiera derivado en un aprendizaje y conocimiento articulado importante para el desarrollo de la investigación científica en materia de medicina indígena ancestral. “El camino se frustró gradualmente por el impulso agresivo de la actividad turística en la zona”, comenta Ruiz Alvarado. “También se interrumpieron o descuidaron otras actividades muy arraigadas en la vida de los Ese’Eja como la pesca y la caza”.
El sabio José Mishaja, chamán de la comunidad recuerda y cuenta su experiencia de vida a través de la pantalla, habla en su lengua, orgulloso, canta, nos envuelve en su misteriosa espiritualidad. “Los más jóvenes han olvidado de dónde vienen. Antes el bosque nos proveía de todo lo que necesitamos. Es una pena, quizás en un tiempo ya no estaremos aquí, desapareceremos como Ese’Eja”.
Indudablemente, “el aporte económico del turismo fue importante, y el enfoque de esta actividad tuvo un eje de sostenibilidad ambiental que permitió que los efectos del nuevo proceso no sean tan erosivos”, sostiene Inés. “Quizás hubiera sido pertinente la incorporación de estos proyectos para reforzar una veta sociocultural inmanente a la identidad nativa. Con una buena estrategia incluso, constituirían beneficios no solo para la comunidad sino también para el visitante foráneo y, sobre todo, para las nuevas generaciones Ese’Eja. Por suerte, Marisela está pensando seriamente retomarlos”.
Niños, animación, stop motion y relatos originarios
Dentro del proyecto “trabajamos con niños de una escuela de la comunidad talleres de audiovisual participativo con herramientas del cine comunitario, y otro de stop motion, gracias a artistas como Rous Condori que con anterioridad realizó un cortometraje sobre la Amazonía”, cuenta Ruiz.
“Partimos de un mito originario sobre la creación del pueblo Ese’Eja. Pedimos a los niños que representaran esta tradición oral a través de dibujos y animación. Es mucho su entusiasmo cuando se les invita a participar con nuevas tecnologías y herramientas. Te sorprendes de cuánto saben sobre ellas. El resultado de esta hermosa iniciativa está gramaticalmente incluido en el documental, con todo su color y poesía”, anota.
“La animación permite que los niños se conviertan en narradores activos de sus historias, resignificando los relatos desde sus propias experiencias, en lugar de ser meros receptores de una memoria fija. En este caso, el mito de Edosikiana fue reinterpretado por los participantes: en sus versiones, fueron las mujeres quienes tejieron el hilo y descendieron a la tierra, desobedeciendo al creador. Este desplazamiento narrativo pone en evidencia una transformación del lugar simbólico de lo femenino, posiblemente, influido por los procesos recientes de liderazgo de mujeres en la comunidad”.
Al parecer, “la interpretación de lo material o tangible como sinónimo de corrompido, enfermedad o maldad, está manifiesta en la leyenda que, probablemente, se vincula a un contexto histórico de enfermedad, violencia o genocidio en la selva amazónica. Esta región estuvo siempre a merced de ‘lo de afuera’. Perseguidos, víctimas de enfermedades exógenas, asesinados y violentados por extractores de caucho, entre otros flagelos”, enfatiza.
“Si bien no soy lingüista para llevar a cabo una interpretación del relato a la luz de esta disciplina, es evidente que en el imaginario y en las representaciones de la población nativa ese’eja y, amazónica en su mayoría, en la tierra están todos los males”, agrega. “En la tierra en contraste con el bosque que es cuna de vida, sabiduría y entidades sin mácula alguna. Hay una dimensión divina, si se quiere, del bosque”.
Documentar la lucha
Desde la academia, “hay un interés en entender las dinámicas y los procesos en comunidades indígenas en la defensa del territorio”, menciona Inés. “El problema es que se quedan en la academia, no son difundidos. Entonces ¿de qué sirve un esfuerzo que supuestamente va a beneficiar a un grupo de ciudadanos, seres humanos, compatriotas nuestros? ¿A dónde llega? Esa es una manera de instrumentalizar a los pueblos nativos para beneficio propio”.
Por ello, “creo que el documental es una herramienta de difusión. Algo que me comentó Marisela en una conversación de mucha complicidad, para que te des cuenta, ‘Inés, me haces sentir importante, me pones muy arriba’; es que estas mujeres luchadoras deben reconocer y aceptar que son importantes, que su rol de defensa y su tarea por preservar su cultura no tiene precio, es capital. Necesitan ánimo y aliento. Necesitan sentir que sus esfuerzos no son en vano. Cuando otras personas puedan ver y valorar lo que hacen por la vida estas señoras, habremos conseguido algo muy valioso con la película. Esperamos en el corto y mediano plazo difundirla en diversas salas y festivales del Perú y el mundo”.
Involucrados
Cabe resaltar que, el documental ha sido posible gracias al apoyo de la Oficina de Cooperación y Desarrollo de la Universidad de las Islas Baleares, la Universidad Científica del Sur, RainForest.
De igual manera, cabe recordar que la directora del filme, Inés Ruiz Alvarado es doctora en Estudios Culturales por la Universidad de Kent, Reino Unido, con una trayectoria en gestión académica, docencia universitaria e investigación interdisciplinaria. Actualmente, es responsable de la Cátedra UNESCO en Políticas Públicas y Gestión Cultural en la Universidad Científica del Sur donde es investigadora principal y docente universitaria.
Ha sido decana de la Escuela de Turismo Sostenible (2020-2024) y directora académica en Comunicación y Publicidad (2018-2020) de la UCSUR y actualmente ganó un premio como investigador reconocido en la Universidad de las Islas Baleares lo que la ha llevado a una estancia de investigación gracias a la cual continúa desarrollando el proyecto con mujeres de la Amazonía y grupos ecofeministas de Palma de Mallorca. Asimismo, es copresidenta de la Sección Perú de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA).
Su labor académica y profesional está centrada en temas de comunicación audiovisual comunitaria, estudios de género, derechos humanos y antropología visual. Ha publicado el libro “Pájaros de Medianoche: Las esterilizaciones forzadas en el Perú de Alberto Fujimori” (2021). En el ámbito audiovisual, dirigió los documentales “Yo Soy el Bosque” (2023) y “Una Voz Estéril” (2012).
Para comunicarse con la directora, al E-mail: inesara1977@gmail.com
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