MIS REGALÍAS: el artista en una democracia artificial.

Foto por Gabriel García (IG: @gabrielgbaudiovisual)

Escrito por Claret Quea

He reescrito este artículo tantas veces. Porque todo cambia tan rápido en un país donde tener claridad y calma es una tarea agotadora.

Escribo desde el día en que salí a ser parte, como un actor más, de un plantón por nuestros derechos. Caminamos al congreso sin restricciones policiales, sin lacrimógenas gratuitas. Después, sostuvimos una reunión positiva con el presidente de la Comisión de Cultura —la misma que aprobó un proyecto de ley con errores, eliminando un artículo clave que pone en riesgo el cobro de nuestras regalías—. Gracias a la participación de InterArtis¹, el sindicato de actores² y otros representantes, se logró abrir una reflexión importante: no promover la derogación de la actual Ley del Artista, entre otros compromisos.

¿Victoria? Esperanza tenemos.

Qué es este nuevo proyecto de ley… pues un frankestein de doce leyes bajo el título de una “nueva ley del artista”, que en realidad no contempla al universo general de trabajadores del arte, entre otros detalles que me generan mucho ruido. No es novedad que el Congreso redacte leyes como si se tratara de tareas escolares: con poca seriedad, fanfarria, sin voluntad real de diálogo con los gremios afectados.

Los actores y actrices tenemos como herramienta básica de trabajo nuestra imagen y nuestra voz. Contamos historias, generamos identificación o catarsis. Eso es incuestionable. Pero también es innegable nuestra situación laboral precarizada, tanto en tiempos de bonanza como en la austeridad.

Nuestro trabajo es esporádico y si tienes suerte en participar de grandes producciones usualmente aprovechas el dinero, pero a costa de muy poco tiempo para el ocio. Claro está que sin esa suerte no disfrutas de nada y aun así tampoco del ocio. Los esclavos también trabajaban, ojo.

Las regalías son derechos, no favores. Nos permiten una justa remuneración por la retransmisión de nuestras obras audiovisuales. No son un regalo, aunque así suenen, ni tampoco provienen de dinero público. Contribuimos con impuestos. Y cabe recordar que también nuestro oficio ha sido un sector duramente golpeado por pandemia, pero no el único.

Sé que esta lucha no es solo por lo patrimonial. Este Congreso —lo ha demostrado— quiere pasar por encima de derechos fundamentales ya ganados. Busca distraer el debate público estructural que este país tanto necesita.


La artista Lin Belaunde en manifestación frente al congreso

Vivimos en una rara democracia donde se responsabiliza a la ciudadanía por todo:

Te roban, ¿quién sacó el celular?
Te violan, ¿quién usó minifalda?
Te ofrecen un contrato siniestro, ¿quién no se afilió a un sindicato?
Están a punto de vulnerar tus derechos en el Congreso o el gobierno, ¿y quién votó por quién?
Y en medio: polarización, inacción y dolor.

Empatía viene de phatos: del dolor, comprender el dolor, compartir el dolor. No es parte de nuestra técnica actoral necesariamente, pero la observación para llegar al público es fundamental. También analizamos narrativas, entendemos sobre el flujo de las historias. Imaginen estar frente a un policía y que te diga: “Por favorcito, aquí no se puede estar… al frente sí… ahisito… donde está la pollería”. Tantísima suerte que nos manden a comer un cuarto de pollo y no a la tumba, como ha ocurrido en otros casos.

¿Empatizamos más con la ficción que con la vida misma?
Tal vez lo difícil es practicar la coherencia en medio de tanta información emocional y lograr con nuestros personajes contar la historia de las personas de a pie. Eso los políticos lo tienen claro. Se acercan a nosotros en épocas electorales, sabiendo las pasiones que despertamos.

Algo que rescato de estas tinieblas, es ser catalizador de una unión con mucha convicción. Más de novecientas almas del gremio unidas en un mismo chat, con distintas posturas políticas, pero con una certeza común: esto es una injusticia. Otra más. Artistas que apuestan por la organización y la unión para manifestarse. Hemos logrado harto: desde una reunión positiva, hasta la simpatía del policía que decidió no reprimir.

Mi deseo personal es la posibilidad de meditar que el asunto del uso indiscriminado de nuestra ‘imagen y voz’ es también reconocer el valor que tiene para con el público.

Necesitamos sacar a las mafias del país. Si no, seguirán produciendo leyes nefastas y destruyendo la institucionalidad. Eso es imposible sin cohesión. Y sin apreciar la coherencia como lo que es: un arma potente. Un superpoder.

Sé que nunca es tarde.

1. La sociedad de gestión de regalías para los actores y actrices en el Perú.
2. El SAIP, representada por Doña Elvira De La Puente Haya
Foto de portada: “Voto lúdico popular para que realmente tomen en cuenta nuestra voz” Iniciativa simbólica Cindy Díaz.

Sobre Claret Quea (1989):

Actor formado en el TUC, con instrucción musical. Ha participado en diversas obras escénicas, creaciones colectivas, cine, tv y ha pisado escenarios en Perú, Chile, Ecuador y Brasil.

 

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