Lima es un teatro

Un mal teatro.

Uno donde ya ni siquiera es necesario fingir decencia.
Sobre todo por nuestra hedionda clase política. Y por la cola policial que arrastra.

De antemano, mis disculpas a quienes son la excepción a la regla: los que prefieren hacer bien las cosas, honradamente y con un sentido común que resalta.

Este teatro, que no es el Perú sino más bien Lima, se ha vuelto un chiquero donde los cerdos se pelean por ver quién come más basura, se regodean en su ambición y actúan sin el menor escrúpulo.

Por suerte, otras ciudades del país son diferentes: diametralmente opuestas a esta que todos llaman “la capital”.
Ciudades, pueblos, localidades donde aún se respira tranquilidad, amabilidad, solidaridad y empatía con el otro.

Donde todavía importa el prójimo, con quien se estrecha un pacto silencioso de buena fe.

Aunque, claro, todos tienen sus bemoles.
Una considera al ser humano.
La otra —Lima— lo ve como una cosa más de la cual aprovecharse, a la cual cagar, solo por beneficio propio.

Miren nomás ahora que están “en campaña”.

Este blog no es de política, pero sí es un acto político.
Las palabras tienen peso.

Pero, sobre todo, este es un blog de opinión.
Uno que no pasa la franela.

Uno siempre vuelve a donde fue feliz.
Por eso regreso a EnLima Agenda Cultural.
Aunque ahora escribo desde otro lugar —uno más reflexivo, menos apurado.

Ventaja que dan los años.

Con un nuevo horizonte al frente.
Yo, Pilar, te digo: mucho gusto.
Estaré por aquí dos veces al mes.

¿Sabes por qué es un mal teatro?
Porque a los actores que fingen ser “autoridad” no les creo nada.

Hacen tan mal su papel de ejemplificar eficiencia, honradez, decencia o preparación, que convierten esto en una obra de bajo presupuesto.

Porque todo se lo roban.

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