Rodrigo Ahumada | 23.10.2025

Escrito por Rodrigo Ahumada
Creía amar a una persona con sus prejuicios. Sin darme cuenta de que, al criticar el caos o la locura, lo que en realidad rechazaba era lo que yo había sido. Cuando le mostré mi tatuaje de Charly García me dijo: “no entiendo cómo puedes tatuarte a un drogadicto”. Poco a poco lo que sentía se fue disipando, recordando un poema de Cristina Peri Rossi donde dice que la única fidelidad posible es la que le tenemos a nuestros ídolos. Siempre volvemos a ellxs. Porque los amores humanos son pasajeros, pero los amores eternos pertenecen a la música.
Ese “drogadicto” escribió canciones que me han hecho llorar, reír, soñar (y no solo a mí, estoy seguro que a Latinoamérica entera). Canciones que son balas calibre .44 directo al corazón y la razón. ¿Qué importa si se aventó del noveno piso? ¿Peperina deja de ser lo que es porque su autor se metió unos tiros? ¿Y qué si pasó por rehabilitación? Charly García es un ser complejo, agrietado, pero vivo: lleno de euforia, heridas, talento y fragilidad. Un ser que nació para mirar lo que pocos quieren ver.
Él ha sido una persona que arremetió contra el sistema que siempre lo quiso encasillar. Como nos logra encasillar a cada uno de nosotros y encontramos en esta figura una revolución. No elegí este mundo, pero aprendí a querer, nos canta. Porque él es de los pocos que ha estado cerca de la revolución, pero hablo de una lucha personal que desde lo íntimo se convierte en político. Charly García es un activista político, y hablo de la política del espíritu.
Si alguien nos puede enseñar formas de no ser un extraño, ese es Carlos Alberto García Moreno, quien cumple 74 años este 23 de octubre. Un escorpio que saltó de la música clásica al rock. Porque este loco no es cualquiera, además de tener oído absoluto, estudiaba a los clásicos. ¿Y para qué? Para romper las reglas. Componiendo temas delirantes y eternos con La Máquina de Hacer Pájaros. En un mundo que nos obliga a producir, a ser el hacer, Charly nos suelta una máxima: sentir hasta resistir.
Y para sentir hay que aprender a escuchar, aprender a observar, aprender a que sentarse a vivir en un disco completo es también una forma de luchar. Porque no existe una escuela que enseñe a vivir. Y uno termina aprendiendo de los poemas, de las películas, de las canciones.
Sí, me tatué a Charly García. Sí, por muchos años esquivé a mi corazón y destrocé mi cabeza. Cambiando lo amargo por miel y la gris ciudad por rosas. Cambié de tiempo y de amor, de música y de ideas, cambié de sexo y de dios, de color y de fronteras…Y cierro los ojos y veo…todo el mar en primavera.
Cierro los ojos y entiendo, al menos por unos minutos, cómo salir de la melancolía. Cierro los ojos y sé que cuando esté mal, cuando esté solo, cuanto ya esté cansado de llorar, no me olvido de él, porque sé que me puede estimular.
Charly nunca apoyo a la derecha bruta, ha envejecido bien (no como otros de sus pares), tiene más de 50 discos editados, es un monumento vivo de la música latinoamericana. Charly es mi ídolo.
Desprejuiciados son los que vendrán.
Y los que están, ya no me importan más
Estoy seguro que no soy el único que siente esto. Como sé que no soy el único que lo tiene tatuado (sería increíble juntarnos todos a escuchar su discografía). En algún lugar, en algún cuarto, en alguna noche...hay otros que también lo esuchan y que se salvan un poco cada vez que suena Monóculo Fantástico o cualquier tema de Charly García.
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