Marco Yanayaco Evangelista | 04.06.2025

Escrito por Marco Yanayaco
Se ha dicho antes que los clásicos de culto no mueren y mucho hay de verdad en dicha frase, pero en la práctica y en directo ¿qué tanto hay de cierto?
Buzzcocks es una banda inglesa de punk y power pop de inicios de los 70’s, pionera del DIY (Do It Yourself), proveniente de Bolton. Conformada originalmente por Pete Shelley (vocalista y guitarra), Steve Diggle (guitarra), Steve Garvey (bajo) y John Maher (batería), formación que luego iría cambiando con el tiempo hasta que, en la actualidad, debido al fallecimiento de Shelley en 2018, Steve Diggle pasaría a ser el nuevo vocalista y guitarrista principal.
Pero han sido en la historia eso y más porque estamos hablando de una banda que ha influenciado a grandes bandas como Green day, The Offspring, The libertines e incluso llegaron a tocar junto a Nirvana como teloneros en 1994 en Francia.
Cuando uno maneja estos datos es innegable pensar en Buzzcocks como una banda importante en la historia de la música y que por casualidad ha llegado hasta nuestro país en una apretada gira, pero no por eso el compromiso se ha visto afectado por parte de la banda, ya que como mencioné, hay cierta expectativa que cumplir y, como pequeño adelanto, lo ha hecho de una forma explosiva en Lima.
La noche empezó como suelen empezar: las personas encontrándose con otras, juntándose en mesas a tomar algo, conversando con amigos o presentándose. Yield Rock es un lugar pintoresco, con un aire donde se respira a clásicos. La apertura estuvo a cargo de Gato Garaje, cuyo hard rock afilado y solos hipnóticos cautivaron al público no solo por la música, sino también por la actitud en escena.
Luego llegó el turno de Q.E.P.D. Carreño, que encendió la mecha con un punk hardcore visceral, directo y necesario. Recuerdo esta presentación bastante porque la gente ya empezaba a despertarse, reunirse al centro para ver y participar de la música. El local también empezaba a llenarse. Dominaban el escenario con un sonido violento, directo, rápido y enfurecido, sin duda era lo que hacía falta escuchar, más que necesario diría infaltable. Todo estaba ya preparado para la entrada de los ingleses y lo hicieron de una manera que no me esperaba.
Las luces se apagaron, el escenario se pintó de azul y de pronto empezó a sonar Also Sprach zarahustra de Richard Strauss. Fue una entrada triunfal, casi mesiánica. Poco a poco cada miembro apareció. Primero Danny Farrant marcando el ritmo en la batería, después se le unió Chris Remmington en el bajo y Mani Perazzoli en la guitarra, y finalmente apareció el entrañable Steve Diggle.
En ese momento los gritos y vítores no se hicieron esperar, en especial cuando Diggle empezó a corear el clásico “olé olé olé olé” y la gente lo acompañó, pero, ¿el momento definitivo fue cuando rápidamente tomó su guitarra y tocaron “What Do I Get?
Fue como una ráfaga de emociones escuchar ese riff clásico de punk. Esto generó que el público se transformara en otro, pasó de la tranquilidad a un estado eufórico y endemoniadamente entregado. Me agarró por sorpresa el cambio del ambiente tan repentino, tal vez porque creía que sería distinto o tenía expectativas bajas, pero cada tema, en especial los clásicos como “Harmony In My Head” “Fast Cars” “Isolation”, resonaron tan alto que aún recuerdo la emoción en mi espíritu.
Los clásicos de culto mantienen un status por una razón y yo lo aprendí esa noche a la mala/buena manera. La banda cerró esta primera parte con su mítico “Orgasm addict”, un ciclo potente de guitarras y batería acelerada y fuerte.
Luego entramos a un pequeño entretiempo más que merecido luego de haber tocado casi 12 canciones sin parar. Fue necesario para recobrar el aliento y me dio tiempo para meditar lo que acababa de presenciar, para salir de mi asombro y sonambulismo, pero antes de que me diera cuenta la banda volvió y continuó el segundo asalto con “Love is lies” “Just Got To let it Go” “Chasing rainbows” y recuerdo esta segunda parte con más lucidez por la forma en la que Diggle se dirigió al público con una mayor dinámica y entrega.
Además, se generó un pogo en el centro y hasta uno terminó volando por los aires surfeando entre la gente. Una noche extremadamente nostálgica y estridente no podía cerrar de manera más sublime que con “Ever Fallen Iin Love”. Con un Diggle más que entusiasmado tomando el micrófono y sentándose frente a todo ese público que coreaba Buzzcocks hasta más no poder. Era vivir en la música en ese momento, formar parte de esa gran historia que es la música.
POST CONCIERTO
Tuve la suerte de que Chris me obsequiara el setlist de la noche por lo que no lo pensé dos veces y me quedé a un lado del backstage donde esperé a la banda. Pude hacer un par de amigos en el camino que tenían una misión parecida a la mía y que estaban muy felices por el concierto, lo veía en sus rostros. Al final, de la manera más casual, la banda salió de su camerino y les pedí una firma. Éramos alrededor de unas 6 personas y uno por uno fueron firmando posters, hojas y fotos. En mi caso les di el setlist que tenía, me pareció más entrañable. Fue una noche que recordaré y extrañaré.
Pocas bandas pueden generar esa aura de estruendo, pasión y nostalgia sin perder un solo momento de emoción ni decaer. Supe que había estado en presencia de un clásico de culto y puedo decir que fui totalmente atropellado por esta experiencia.
Fotos de Diego Tasayco
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