Con los oídos puedo ver: Certificado de Ceguera

© Ysabella Semiramis

Espacio Sonido nos invita a experimentar una sesión de escucha colectiva con los ojos cerrados

Escrito por Ysabella Semiramis

La pérdida de un sentido potencia los demás

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La Universidad Nacional Mayor de San Marcos es un paraíso fiscal. Su misteriosa pequeñez la hace inmensa, tanto que la libertad crece dentro. El viernes 25 de abril, Espacio Sonido me propuso infiltrarme en la Ciudad Universitaria. La operación iba a realizarse en horas de la tarde y todo sonaba a un buen plan: mentirle a un par de guardias en la entrada, tomar su césped y escuchar música, escapar un rato del bullicio que, sin pedir, recibo cada vez que salgo a la calle. Por supuesto, acepté. Pues hace varios meses que había perdido mis audífonos y, como en abstinencia, los primeros días sin ellos eran más que difíciles. Poco a poco, mi tolerancia hacia la agresividad de Lima se incrementó. Empecé a concentrarme en otros detalles: insultos, silbidos de cobradores, voces de pregón, bocinas, risas de chibolos enamorados, niños ofreciendo caramelos de limón, conversaciones ajenas, algunas interesantes y otras aburridas, chirridos de puertas, frenos intempestivos. Detectarlos era una forma de ocio: dándoles la atención suficiente, la ciudad y el ruido funcionan como una especie de estupefaciente.

Sobre la grama, alejada ya un poco del ruido, veía como uno por uno iban apareciendo los convocados, como mosquitos sobre la fruta. Se sentaban, se presentaban y los cálidos anfitriones, Dafne y César, les invitaban muy cordialmente una pipa cargada de marihuana. El THC no es una sustancia peligrosa, pero hay que estar un poco loco para formar un círculo, tenderse en el pasto, poner un parlante al medio, cubrirse los ojos, y disponerse en cuerpo y alma a escuchar todo lo que sale de una caja negra que reproduce cosas. Aun así, eso no me descuadró, creo que en la imprudencia se gesta la creatividad, siempre hay en ella bastante de locura. Desde que llegué supe que para estar ahí había que sentir diferente (o por lo menos tener la disposición). No solo escuchar música, sino descubrirla, descifrarla. Adorar el sonido. Buscar en él el propio entendimiento. Estos no son locos cualquiera, pensé, son locos que pintan con el oído y usan de lienzo su cabeza.

No puedo evitar abrir los ojos. Más que por escribir, porque nunca había sido parte de un experimento como ese. Me limito a observar a los demás y sus cuerpos estáticos, la neblina sonora deslizándose como una serpiente entre ellos, quietos, aparentemente cómodos y geométricos como en un sueño colectivo. Contrariamente a la relación que se suele establecer entre música y movimiento, el privarse de la vista y darle atención completa al sonido, me hace pensar en la música como freno, como pausa e irrupción del pensamiento automático.

Cuando no escuchamos música, lo que oímos es una voz que tiene un tono conocido, propio, muy nuestro. Dafne lo explica mejor: “El sonido es el camino del pensamiento: sin dirección fija, sin orden, sin estructura”, un camino que ya no nos permitimos tanto. Pienso en este ejercicio, como una oportunidad de parar esa voz permanente que emerge detrás de las orejas, y explorar un poco eso que desconocemos y que también vive dentro de nosotros.

Los sonidos invaden nuestra vida cotidiana, se filtran en nuestras formas de comunicación, en nuestros ambientes e incluso en lo que no decimos, entonces empiezan a generarse nuevos espacios, donde el furor violento de la ciudad no tenga presencia. Lugares donde se pueda confiar a ojos cerrados. Dafne menciona que lo importante de tener espacios públicos seguros es precisamente el crear momentos como este, de complicidad, de reflexión, de compartir mediante intereses genuinos y comunes. O en sus palabras: “de encontrarle armonía a las cosas”. Terminada la sesión, César pregunta con infinita curiosidad qué pensábamos mientras oíamos. Un chico que estuvo con la vista cubierta hasta el final responde: “Yo he pasado noches enteras con los audífonos puestos. Ahora, cada sonido era un color o una sensación diferente”.

¿Qué colores veo cuando tengo los ojos suspendidos? Verde, rojo, rosa neón. Colores que no necesitan de la luz y existen solo con los ojos cerrados. Colores que aparecen al cruzar el portal de la vigilia e imaginación. Ya es de noche. Todo está más oscuro y es más fácil revelarse. Creo que después de todo esto me he vuelto un poco más inocente. Recostada en el césped, sumergida en la tibieza de mi mente, recordé la primera vez que me coloqué una caracola de mar en la oreja. En ese entonces, tenía pocos años de vida, aún no había conocido el mar y la primera vez que supe de él fue gracias al Sonido.

SETLIST del encuentro

Géneros: UK garage, rock, post rock, ambient techno, experimental

Primer bloque: "Another World Explodes" de Flowchart, “Fear of flying” de Bowery Electric, “Pro: Lov: Ad” de Sweet Trip, “Filter Dub” de Seefeel y “In Mind Reload Remix (The 147 Take)1” de Slowdive.

Segundo bloque: “Segundo premio” de Los Planetas, “Atomicum” de Babasónicos, “Spliff Dub (Rustie Remix)” de Zomby y “Tetes parlantes” de Zetangas.

Tercer bloque: "All night awake" de Les replicants y "Caricia Mental (Crazy Remix)" de zr.

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