Butaca Arte y Comunicación | 22.05.2025

Entrevista realizada por Herbert Corimanya
Un día sonó mi celular, uno de los primeros, con teclado externo y antena, era una llamada para invitarme a ser parte de mi primera obra de teatro (2008). Una temporada de teatro para niños, me dijo, Miguel Vergara, “El chato” para los causas, uno de los primeros en las tablas, compañero de tantas obras y batallas en este espacio emblemático, donde se ensayaba Entre hadas y duendes del dramaturgo uruguayo Mario Erramuspe, dirigida por Martín Medina López. Es en la triple a, me dijo, la Asociación de Artistas Aficionados. Sin saber dónde quedaba, emocionado, tomé el micro que me dejaba en la Av. Tacna, cerca a las Nazarenas; tenía 17 años, había acabado el colegio, ya estudiaba comunicaciones y conocí a Miguel en una rotonda del parque Ramón Castilla, en Lince, donde nos pagaban veinte soles por improvisar historias para marcas publicitarias.
Me bajé en Tacna, crucé la pista y caminé por Jr. Ica buscando el 323. Llegué a un portón de madera. Desde que entré se respiraba diferente, olía como a teatro, no sabía qué era, pero se convirtió en el aroma de toda mi vida; voces por todos lados, movimientos. Me acuerdo de la oficina a mi izquierda, a la derecha el café; crucé la reja y caminé por el callejón que te lleva al segundo patio y entré al teatro. Desde ese día, llegaron experiencias imborrables en la memoria de mi arte. La sala de danza; el TEFA, la sala de ensayo del segundo piso llena de afiches, donde dictaba sus clases Ramón García; había una sala más al frente donde un señor tenía su taller de fibras de vidrio. Tuve la suerte de que mi primer ensayo fuese en el escenario y haber conocido compañeros y compañeras tan entregados al teatro, que fueron mi mayor escuela, con un amor y profesionalismo incomparable, que hasta ahora siguen compartiendo entre nosotros. Los primeros aplausos que escuché y que siguen siendo el motor de mi carrera fueron en la Asociación de Artistas Aficionados, dirigido por Ximena Arroyo Seminario
Muchas gracias, Ximena, por recibirnos en este emblemático teatro y concedernos esta entrevista, aquí, en la sala Ricardo Roca Rey, para conocer sobre tu gestión en las artes escénicas. Cómo fueron tus inicios y ese proceso para ser la encargada de administrar la Asociación de Artistas Aficionados, una institución que este año cumple 87 años de fundación.
Es una historia un poco chistosa porque, a pesar de que soy hija de Sonia Seminario, yo no pensaba para nada dedicarme al teatro. Estuve estudiando dos años de Derecho, pero claro, el teatro había sido parte de mi vida desde que recuerdo. He estado siempre en ensayos, en funciones; he visto mucho teatro, entonces, sin darme cuenta, el teatro era parte de mi vida y yo era parte del teatro. No me hallé en el Derecho y como jugando, empecé a estudiar teatro en el Club de teatro de Lima con el señor Reynaldo D`Amore y ahí empezó otra historia. Dije, de aquí no salgo. Entendí, me ubiqué, me sentí plena, sentí que era mi lugar.
Todos buscamos un lugar dónde encontrarnos.
Todo apareció y todo se acomodó. Ya luego, como soy muy inquieta, finalmente empecé a hacer teatro y hacía teatro haciendo producción, que no sabía que se llamaba producción, simplemente quería actuar y como quería actuar también hacía que las obras se den, esa era la consigna. Formé un grupo de teatro y luego llegué acá.
Como suele pasar con muchos, de producir para querer hacer y no esperar a que nos llamen ¿Cómo pasaste a administrar la Asociación?
Justo, fueron coincidencias, nosotros estábamos haciendo una especie de pequeño grupo con Aldo Miyashiro, habíamos ganado el premio del voto del público en el festival del ICPNA con la obra “Función velorio”. Yo ya había dejado un grupo y estaba un poco formando este otro, con este equipo de gente que era de distintos sitios, entonces tuvimos el voto y coincidentemente la junta directiva de ese momento de la asociación siendo presidente Luis Antonio Mesa y siempre con el socio honorario que era Alejandro Miroquezada Garland, que en ese momento vivía el fundador, querían retomar las actividades de la asociación que, si bien no había dejado de funcionar, había dejado de tener sus propias producciones, solamente estaban los talleres de ballet, pintura y eventos muy aislados. Entonces querían darle una vuelta a la programación de la asociación. Tuvimos una entrevista y es que empezamos a trabajar acá como grupo.
¿Eso fue en el 2006?
No, 2001.
Claro. 2001. En el 2008, las butacas tenían la madera de antes. Pocos años después se colocaron las que hoy acompañan todas las temporadas realizadas en la Asociación de Artistas Aficionados. En el 2001 empezaste a trabajar.
Sí, empecé, pero claro, ese pequeño grupo no éramos un grupo estable, no éramos como Butaca, digamos, que se han juntado. Nosotros trabajábamos juntos y ya, por las actividades de cada uno. La que finalmente se quedó acá, fui yo.
Quizá se repitió lo que pasó hace muchos años con un grupo de jóvenes que se juntaron también para hacer teatro, ¿tu mamá integró este grupo?
No, mi mamá no está dentro de la fundación, mi mamá llega un poco después, por los 50 y la Asociación se funda en el 43.
7 años después...
Sí, en realidad son las ganas de hacer teatro, de brindar a Lima una programación de teatro variada, es lo que movió a los fundadores y yo en ese momento en realidad lo que quería era… No estaba tan compenetrada, pero tenía la idea de lo que ahora se le dice gestión cultural.
Claro, claro, que a mí me parece interesante, una gran responsabilidad, pero también una gran oportunidad, haber tenido que asumir la programación de un espacio cultural en el Centro Histórico de Lima, pero también tener la posibilidad de tener un espacio donde puedas hacer.
Sí, el tema es que primero había que implementar este espacio. Ha sido una suerte, ha sido una oportunidad. Yo siempre lo voy a agradecer y creo que cuando el señor Miroquezada me dijo: estás asumiendo una gran responsabilidad, cuando uno es tan joven, en realidad no era tan joven, pero bueno, tenía 29 años. Ahora, me parece una chibola, en ese momento me sentía muy grande, tenía 30 años, 31, cuando me dijo eso. Yo no tenía la idea clara de lo que realmente me estaba diciendo porque este es un lugar con tanta historia, con tanta responsabilidad, es un deber. Sí. Son cosas que fui aprendiendo en el camino y, además, no solamente por el lado artístico sino para mantener un espacio respecto a equipamiento, a butacas, a limpieza; abrir la puerta, cerrar la puerta. Son detalles que la gente no sabe pero que cuando es una entidad privada, no es sencillo organizarlo. Entonces, por suerte, me ha acompañado siempre gente muy desprendida, con mucho amor al teatro, amigos, amigas, gente que ha llegado también por casualidad y han sido parte. En este camino siempre he tenido la compañía de gente que ha tenido un gran compromiso con el teatro y con el arte en general, algunos han partido, han estado de paso, pero siempre la huellita y el aporte ha sido valioso.
Cómo te identificas con la asociación. Si tuvieras que describirla, más allá del cargo y de la etiqueta institucional, ¿Qué es para ti la Asociación de Artistas Aficionados?
Lo voy a decir con la mayor honestidad. Yo siento que la Asociación es una señora que está al servicio de la ciudad, su herramienta es el arte y yo me siento un poco así también. Creo en el arte, la cultura, el teatro, que es mi canal, pero no creo que sea un espacio de arte en general, de cultura en general, no es únicamente un teatro, tenemos un escenario y nos permite jugar en escena, pero va más allá. Siempre he pensado y lo reconfirmo cada verano, cada año, que vale la pena porque el arte es un derecho, la creatividad es un derecho, tener un espacio para el arte y la cultura es un derecho y de este derecho se benefician niñas, niños, adolescentes, adultos; pasar por la experiencia, es un derecho. Entonces, ahí estamos: creyendo en eso y haciendo.
Mencionas que, y estoy de acuerdo, que la Asociación de Artistas Aficionados es un espacio cultural para Lima. El Centro de Lima debería ser el lugar donde se consuma la mayor cantidad de expresión artística, pero qué hacemos ante la falta de espacios y oportunidades para los que quieren hacer y los que recién empiezan.
Sí, es curioso porque en realidad hay mucha gente, ahorita ya hay dos facultades más de artes escénicas, ¿no? Antes solamente teníamos el TUC y la ENSAD, Escuela Nacional de Arte Dramático. Ahora contamos con la UPC y la UCSUR, entre otras, además de los cientos de talleres que tenemos que hacerlos funcionar. Tenemos un montón de gente haciendo. El tema es que la constancia es lo único que hace que tú perdures en el tiempo. Eso es uno. Y dos, que los espacios, yo creo, siempre han estado para los proyectos jóvenes, para los proyectos iniciales, pero claro, no es un espacio que no te va a cobrar. Lo que no hay son espacios para los grupos, los espacios tienen que cubrir sus costos de producción para hacer sus producciones. No hay partidas de dinero que le permitan a los grupos intentar plasmar su obra en escena sin poner dinero. No hay partidas de dinero para jóvenes que recién empiezan, ellos tienen que solventar sus costos de producción y eso implica pagar una sala de teatro.
Así es.
En ese sentido, creo que, podemos decir que no hay espacios, pero no hay espacios porque no reciben a los jóvenes. Esta sala (Ricardo Roca Rey) es para 200 espectadores, evidentemente tiene un costo mayor a un espacio para 30 espectadores. Entonces, ahí es donde los grupos tienen que ver qué les conviene.
Hay grupos esperando las convocatorias porque es una oportunidad para mostrar su proyecto, porque a veces se piensa que presentar tu carpeta en algún teatro es pagar algún costo mayor que no todos los grupos pueden financiar, con todo lo que significa armar una producción por más mínima que sea, pero hay otros espacios a los cuales debemos acudir como la calle, ya no hay espectáculos y/o convocatorias que promuevan los espacios públicos como espacios de arte, como los parques de los barrios, los parques zonales, las plazas, bibliotecas públicas, museos, galerías, en fin. Más allá de lo que cueste la gestión y el tiempo de hacerlo realidad, pero como dices, es la constancia la oportunidad de poder seguir haciendo.
¿A qué convocatorias te refieres?
Hay teatros que ya tienen su propia programación.
Nosotros hemos hecho siempre convocatorias hace un tiempo, pero en realidad los que quieren trabajar, los que quieren presentar un proyecto van a tocarte la puerta igual. Cuando hemos hecho convocatorias, a veces armas una programación que al final la terminas replanteando porque luego se cae, porque por más que tengas un contrato firmado, de repente se enferma un actor o hay un problema de producción y se cae. Entonces, en realidad, lo que hemos pensado es que la gente que quiere hacer una obra de teatro nos toquen la puerta y presenten su propuesta. Este es un espacio absolutamente abierto a todo proyecto que tenga profesionalismo, que trabaje con rigurosidad y que tenga la responsabilidad de presentarse. Aquí han empezado desde que se abrió, la cuna de todos.
Soy uno de ellos y estoy agradecido por tener a la Asociación de Artistas Aficionados como mi primer escenario.
Tener un espacio para crear es una gran ventaja que tiene su costo, pero el ser independiente, el ser una voz libre, un espacio para que la gente sea, es bastante.
Somos una asociación cultural sin fines de lucro, que actualmente funciona con una licencia de funcionamiento, que tenemos facturas, una persona jurídica. En temas legales digamos que es eso, pero para mí es mucho más. Creo que es una institución no solamente para un grupo cerrado de personas, sino para el pueblo. Cuando hablo de una asociación es porque, los que actualmente estamos, vemos cómo debe funcionar y armamos una programación, somos un grupo de personas, pero en realidad es para la gente.
¿La asociación tiene ayuda de algún tipo de entidad privada?
No.
Tengo entendido que hay un vínculo con la beneficencia de Lima.
Sí, nosotros tenemos un convenio de ayuda mutua, con el cual nosotros enfrentamos actividades y también hay un monto económico que se debe pagar. Desde que se llegó acá, se hizo un trato con la beneficencia. Esta casa era una finca colonial y los asociados construyeron este teatro con el aporte de toda la gente de ese momento. Era otra Lima. Era una Lima que apostaba más por el arte, por la cultura, era distinta. Tenemos otra Lima ahora, no quiero decir que antes era mejor ni nada, simplemente era distinta. Y había gente que creía en un espacio como este y aportaba económicamente. Con ese dinero ellos pudieron construir este teatro y actualmente no tenemos una aportación. Tenemos el apoyo de la beneficencia, digamos, es un trabajo conjunto porque tenemos los mismos fines. La idea es también ayudar a las comunidades que están a su cargo, de las entidades, los proyectos de la beneficencia, pero nosotros mantenemos el espacio.
Pagamos los servicios, se paga un monto. Hay un acuerdo, un convenio de ayuda que definitivamente si pensamos en el metraje de la casa, las personas van a decir que esto es un regalo para nosotros, como si no tuviera un valor lo que hacemos, porque una empresa o restaurante podía pagar un alquiler mayor. Que nos ha pasado con algunos presidentes de la beneficencia. Desde el 2001 que estoy acá, he conocido a más de 20 presidentes de la institución. Cada uno tiene un criterio distinto. Así es. Entonces, sí me ha pasado, me han dicho que aquí se podía construir un Norkys. Ha pasado de todo. Actualmente en los últimos años tenemos una relación bastante cordial y amistosa, porque en realidad estamos siempre tratando de agotar esfuerzos.
Digamos que se sostiene gracias a las personas que trabajan aquí.
Así es. A las actividades que los artistas realizan.
EL NUEVO TEATRO JULIETA
Así como las que realiza otro teatro que administras de alguna manera.
Sí, soy la coordinadora general del Julieta.
Del nuevo teatro Julieta, donde, digamos que, han reemplazado las convocatorias por el concurso de competencia.
Es así. Un poco así, claro. Nos dimos cuenta de esto que comento, que a veces creamos una programación y tienes que replantear en el camino. En todas las salas de teatro se cobra un básico, que en realidad no es una ganancia sino es para que los gastos del teatro sean cubiertos de alguna manera. Se cobra un básico, pero lo ideal es que el grupo pase ese básico. A veces los grupos jóvenes, y esto es lamentable, solo trabajan para pagar el teatro. Es duro eso, es muy duro.
Creo que vas aprendiendo en el camino, pero, creo, que se podría evitar.
Exacto. Entonces, en el caso del nuevo teatro Julieta, para no darle una temporada estelar a un grupo joven que va a tener estas carencias para asumir una temporada en horario estelar de 12 funciones, hemos creado este espacio para que asuman tener una temporada pero de 4 funciones. Entonces, en la misma dinámica tienes que asumir la responsabilidad de llevar a escena tu proyecto por 4 funciones y que haya público.
Interesante porque los pone en competencia y creo que también los va formando en el terreno, no solamente como propuesta artística, como elenco o dramaturgia, sino también en cuanto a producción teatral.
Sí, eso a mí me parece muy importante porque por más que ahora se habla y se habla mucho de producción y hay mayor conocimiento de producción definitivamente, hay mucha gente haciendo además, que es bien importante, igual nos falta un montón porque estamos luchando solos siempre. Acá hay muy poco apoyo del Estado para el arte, para el teatro en general. No nos podemos comparar con otros países donde sí existen partidas de dinero muchísimo mayores. No quiero desmerecer los grandes esfuerzos que ha habido del Ministerio de Cultura en algún momento o de las municipalidades. No hay ninguna entidad que haya apoyado siempre para tener un teatro realmente poderoso.
¿Crees que haya evolucionado la gestión cultural?
Claro que sí, creo que estamos aprendiendo todavía. Creo que la gestión cultural no es solamente comprar cosas, siempre lo voy a decir, no es solamente conseguir dinero. La gestión cultural, en primer lugar, para mí, tiene como principal característica una vocación de servicio. No es un negocio, con lo cual no quiero decir que eres una víctima y que no vas a poder vivir bien. Pero no, el gestor cultural en primer lugar es una persona que tiene una vocación de servicio. En segundo lugar, creo que es sumamente importante que sepa que el valor artístico de la pieza está por encima, aunque duela, está por encima del valor de la producción. A veces nos equivocamos, hay muchas cosas que yo siento que en los últimos tiempos han cambiado y no se están midiendo en la misma proporción. No se le da el lugar que le corresponde a los actores, por el ansia de seguir produciendo, y está muy bien, pero un actor no puede ganar menos que un escenario, ni que un director de arte, y a veces el punto, el bolo, hace que al final de la temporada el actor gane menos.
Sí.
Y no estoy de acuerdo. No voy a estar de acuerdo, creo que ahí hay un desbalance que tenemos que revisar para que eso no pase. Y ahí es donde entra a tallar la gestión cultural, que es un poco: ordenar.
Nuestra Lima, nuestra ciudad, nuestra gente, somos distintos. Hay modelos que queremos imitar y está muy bien, pero las condiciones son distintas acá, acá nos cuesta todo un poco más.
Trabajemos con lo que tenemos.
Sí, pero hay que darle el valor a cada elemento. Hay muchas cosas que revisar. Yo siempre voy a admirar a la gente que hace, que trabaja, que es constante, el talento también, pero si no hay disciplina… El tema de la producción hay que revisarlo constantemente porque tú puedes tener un éxito y ya dices, ya la hice, y el siguiente es un fracaso. Tienes que estar preparado para todo. Eso es lo lindo, porque te invita todo el tiempo a revisarte y todo el tiempo a revisar qué cosa estás haciendo, a superarte, a mejorar, y a seguir afinando, y a escuchar al público porque no tenemos un público ignorante, no digamos que no hay público de teatro. Siempre va a haber público de teatro, siempre y hay que escucharlo también. Realmente el público, no voy a decir qué público tiene la razón, pero voy a decir que es un conjunto. A ellos nos debemos y nosotros tenemos que escucharlos, creo que de alguna manera también te ayuda a autoexaminarte, a seguir descubriendo, a seguir proponiendo.
En esto que acabo de decir, que siempre voy a admirar a la gente que más hace. No porque más haces, haces bien, no por cantidad es calidad. Porque tenemos esta cosa que nos dice que si no hacemos, no estamos vigentes. Nadie habla de nosotros. Se olvidan de nosotros. Entonces tenemos que hacerlo. En parte es verdad, pero no olvidar que hay que volver a revisar, hay que buscar el término medio. Antes ensayábamos tres meses una obra, todos los días. Mi generación te va a decir eso y ahora cuánto ensayamos. No es una crítica, lo que digo. Lo que creo es que tenemos que ir buscando el balance. Eso no puede mermar en la calidad de lo que hacemos.
Por supuesto.
Y está mermando. Y tenemos que ser autocríticos, si tener menos ensayos, efectivamente es la solución. Siempre uno es muy exigente, siempre va a decir, ¡Pucha, me faltó ensayo y todo! Pero en la mayoría de los casos es muy cierto. O sea, es terrible, realmente falta ensayo.
No debería ser un problema. Creo que deberíamos estar organizados desde antes y asumirlo. Si hay que ensayar un mes porque es una obra breve, pues se hace. Si hay que ensayar tres meses un formato largo, se hace. Es parte de la gestión y producción, porque son gastos en cuanto a tiempo.
Yo creo que nos está faltando autocrítica, sinceramente. Nos cuesta a todos. Abrir un teatro es difícil. Todo es difícil, pero creo que hay que revisar un poco más y mejor qué cosa estamos haciendo.
Hoy en día, hemos dejado de normalizar muchos temas. Quiero referirme, específicamente, a la violencia de género hacia a las mujeres. Se han visto muchos casos de violencia y de abuso de poder dentro del aula y los espacios de ensayo, pero también se están usando estos espacios de arte para denunciar y no quedarse calladas ¿Cómo ves el movimiento feminista dentro de nuestro teatro?
Bueno, me parece sumamente importante. Me parece que la voz de la mujer es una voz que aún no se escucha como se debiera, pero estamos luchando.
¿Tampoco se escucha en el teatro?
Sí, creo que, las artes definitivamente siempre van a ser un canal mucho más abierto. Mucho más permisivo, pero como sociedad estamos enfermos. Somos una sociedad enferma. Somos un pequeño puntito de la sociedad. No por eso vamos a dejar de hacer, no solo hay que hacer, hay que decir, pero somos una sociedad que tiene muchas cosas por trabajar. Y así como tenemos muchas cosas, tenemos una riqueza increíble. Un ingenio y una capacidad creativa maravillosa. Una capacidad de reír, además. O sea, las personas que salen tan temprano a trabajar, salen contentos, a veces sin agua ¿Y hay quiénes se quejan? Somos unos luchadores en esencia.
Así como los espacios que luchan, hay mujeres que también luchan, y que son grandes referentes de nuestro teatro y dejaron un legado imborrable, si de gestión y lucha se trata.
Lo que voy a decir, lo digo porque lo digo, pero creo que a Sara Joffré no se le ha dado, y voy a decir la palabra, el homenaje que se merece, pero no se le ha dado el lugar como la gran gestora del teatro peruano. Se hacen obras, contienen su nombre, pero en realidad la gente no sabe lo representativo, quiero decir, lo determinante que ha sido su paso por el teatro peruano. Una persona que promovió con sus virtudes y con sus defectos, pero que promovió el teatro a donde fue, aquí y en la punta del cerro, con una inteligencia y un conocimiento brillante y un desprendimiento tremendo, de fundar algo y dejarlo para que los demás continúen. Creo que los jóvenes ni la conocen. Lamento muchísimo que no exista un espacio cultural con su nombre.
Creo que se debe seguir haciendo, no solo el teatro de Sara, sino de esos dramaturgos de los años 50, el teatro de Estela Luna, de Gregor Díaz, César Vega Herrera, que hace poco también se le hizo un homenaje, entre tantas referentes de nuestro teatro.
Ustedes como Butaca están haciendo cosas muy importantes en ese sentido, están tomando dramaturgia peruana, eso me parece muy valioso. Ese día que ustedes celebraron sus 10 años, me di cuenta de las obras que habían escogido. Aterricé realmente que tenían una línea muy clara, muy interesante, y que es importante seguir haciéndolo.
Muchas gracias, Ximena. Para ir cerrando la entrevista, si tú tuvieras que dar 5 nombres de mujeres referentes de nuestro teatro, ¿quiénes serían?
Sara, por supuesto; mi madre, Sonia Seminario. Ay, Dios, qué difícil me la has puesto, muy difícil. Celeste Viale y de las grandes dramaturgas Clorinda Matto de Turner, una mujer que también hizo mucho. Actualmente hay muchas mujeres que están haciendo cosas muy interesantes, en realidad. Hay una voz femenina muy fuerte, creo que las chicas de Trenzar están haciendo cosas muy interesantes, así como Mariana de Althaus, Carla Valdivia. Hay una voz femenina que quiere gritar, y estamos aquí gritando.
Solamente las personas que tienen un espacio saben qué cosas tiene (puede necesitar) un espacio y no lo digo como una cuestión de superioridad, ni nada, porque a cada uno le toca, y a todos les tocará, que todos tengan sus espacios, sería maravilloso, pero es duro. Ahora, así como es duro, el pago es maravilloso. Lloro cada día que hay adolescentes acá (en la Asociación), una muestra, y que hay niños, y los papás que vienen por primera vez a una sala de teatro, eso a mí cada año me hace decir que vale la pena.
Muchas gracias por el espacio, por darme la oportunidad de compartir, que a veces no hay espacio donde hacerlo.
En la Asociación de Artistas Aficionados hay mucha variedad cultural. Hay talleres durante todo el año para niños, niñas, adolescentes, adultos y adultos mayores. La Asociación continúa con las temporadas de teatro, con montajes profesionales, hechos por los ex-alumnos de los talleres de actuación, brindando la posibilidad de visibilizar la formación de sus egresados. Este año la Asociación de Artistas Aficionados cumple 87 años como espacio cultural.
Pueden ver la entrevista completa en nuestro canal de Youtube.
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