'Ruido': Cuando la sordera es un síntoma de locura colectiva

'Ruido', obra de Mariana de Althaus, presenta a una demencial familia de clase media limeña | © Difusión

Crítica de teatro por Javier Gragera

El ruido de una alarma empuja a una mujer en pijama azul a llamar a la puerta de su vecina. El motivo: pedirle que la apague, que la silencie. Ha sido su marido, incapaz de concentrarse en la redacción de un artículo, quien le ha encargado que lo haga. La vecina, sin embargo, se muestra sorprendida. ¿De qué ruido habla?, se pregunta. La vecina no parece escuchar otra cosa que el volumen de la televisión que tiene encendida, como si el estridente pitido de su alarma hubiese dejado de existir, y ya no fuese ruido. Entonces, ¿qué es para ella y para el resto de su familia el verdadero ‘ruido’, esa extraña resonancia que de vez en cuando se cuela en su casa, lo invade todo y hace perder los papeles a Agustina, la más pequeña de la casa? Es algo que la mujer en pijama azul tendrá tiempo de sobra para averiguar: el toque de queda le pilla en casa de la vecina, donde se verá obligada a pasar toda la noche mientras su propio matrimonio se va a pique.

La dramaturga y directora teatral Mariana de Althaus repone diez años después de su estreno Ruido, una comedia que regresa a la Lima de la década de 1980 para presentarnos una ciudad a la deriva. La población limeña se encuentra en estado de shock: a una galopante crisis económica a nivel nacional se le añade la escalada de la violencia política, cuya guerra sucia ya no discrimina las calles de la capital, todo esto bajo el primer gobierno de Alan García. ¿Tuvo esta época de profunda perturbación social efectos neuróticos en aquellos que la padecieron? Tal vez para responder a esta pregunta, Mariana de Althaus se inventa una demencial familia de clase media limeña que vive de espaldas al mundo, atrincherada en una casa que más bien parece un manicomio. Ante el estruendo de un país que se cae a pedazos, la sordera se entiende como un síntoma más de locura colectiva.

A la hora de bosquejar esta Lima convulsionada, Ruido no deja de lado ningún lugar común de la época: toques de queda, escasez, apagones, coches-bomba, movida subte…. Pero esta no es la típica historia de los años de violencia política, al menos porque Mariana de Althaus se enfrenta a ella desde el atrevimiento del humor más absurdo. La dramaturga se libera así de su habitual vocación a construir relatos naturistas para proponer una historia más bien desbocada y desinhibida. “La situación que vivimos en los años 80 era tan extrema -ha dicho Mariana de Althaus en un reciente artículo publicado en El Comercio- que si lo planteaba de forma realista no iba a parecer verosímil”. De esta manera, libre de las rígidas ataduras del realismo, la dramaturga se divierte sumergiendo al espectador en una historia donde el caos, lo irrazonable y lo caricaturesco sirven para subrayar la broma de mal gusto que fue vivir aquella Lima.
 


Monserrat Brugué y Denise Arregui forman parte del elenco de Ruido. / Foto: Difusión 

Se le puede achacar a la obra de pecar de conformismo al refugiarse permanentemente en situaciones cómicas. Se echa en falta un contrapunto dramático más elaborado, o tal vez más sostenido en el tiempo. Los conflictos personales que exponen sus personajes se quedan en aspectos más que nada exóticos, triviales, como un chiste más para seguir curvando la sonrisa. Igual no es algo que se le deba exigir a una comedia que pretende hacer del absurdo su principal virtud, y que a fuerza de situaciones esperpénticas y reacciones inesperadas de sus protagonistas logra mantener atrapado a un público que quiere entretenerse.

Para el rol principal de Ruido, Mariana de Althaus trabaja de nuevo con Denise Arregui, quien vuelve a ponerse el pijama azul para interpretar a una mujer impotente y superada por las circunstancias. Su personaje, que se mantiene casi toda la obra en escena, es como un obstinado luchador de boxeo que debe resistir los envites del resto de actores sin responder a ningún golpe. El escenario se convierte así en un improvisado ring para ella, y Denise Arregui supera el reto de aguantar todo el combate sin besar la lona. El rival que tal vez se lo pone más difícil es Monserrat Brugué, quien se muestra muy a gusto poniéndose en la piel de la ‘extravagante’ señora Agusta, el personaje más sordo de todo el elenco y también el más desquiciado y honesto.

Ruido es una comedia generacional que propone hacer una revisión crítica de nuestros peores recuerdos. No en vano su reestreno coincide con un momento de trascendente coyuntura política. La obra de Mariana de Althaus corre al rescate del pasado para recordarnos lo importante que es abrir bien los oídos cuando nos acecha el peligro.

Ruido va hasta el 2 de mayo 2016, en el teatro del CCPUCP, con funciones de jueves a lunes a las 8 pm.

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