Roberto Juarroz: Música, palabras y silencio

© Roberto Juarroz

A veces pienso que el lenguaje es un campo de batalla: las palabras se disputan el sentido, se cruzan, se confunden, a veces se gastan y mueren. Pero también hay poetas que les devuelven su peso original, su filo, su misterio. Roberto Juarroz es uno de ellos.

Lo leo porque necesito que alguien me recuerde que el silencio no es vacío, sino territorio fértil donde germina la música. Su poesía, despojada de adornos innecesarios, es como una partitura de lo esencial: cada palabra encuentra su nota justa, su eco en la ausencia. En sus versos, la música no es solo sonido, sino el orden secreto que sostiene el mundo. Y el silencio no es solo pausa, sino la verdad que nos mira cuando ya no queda nada que decir.

Quizás por eso vuelvo a Juarroz en estos tiempos en que intento habitar la claridad y no el ruido. En su poesía descubro que hay una manera de hablar perdiéndose y encontrándose (deliciosa contradicción) en la confusión del lenguaje; una manera de sostenerse sin que el miedo nos hunda. Entre la música, las palabras y el silencio, su poesía es un puente. Y yo, que he cruzado demasiados caminos oscuros, aprendo a transitar estas construcciones y a construir los míos.

En esta búsqueda, hay tres poemas de Juarroz a los que vuelvo con frecuencia. En ellos, como en su obra entera, el poeta nos deja preguntas abiertas, espacios para habitar y silencios que dicen más de lo que cualquier palabra podría.

CALLAR PUEDE SER UNA MÚSICA

Callar puede ser una música,
una melodía diferente,
que se borda con hilos de ausencia
sobre el revés de un extraño tejido.
La imaginación es la verdadera historia del mundo.
La luz presiona hacia abajo.
La vida se derrama de pronto por un hilo suelto.
Callar puede ser una música
o también el vacío
ya que hablar es taparlo.
O callar puede ser tal vez
la música del vacío.

EL SILENCIO QUE QUEDA ENTRE DOS PALABRAS

El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.

Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.

Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.

13 (de Poesía vertical VI)

Solo la música 
puede ocupar el lugar del pensamiento
o su nolugar,
su autoespacio vacío,
su vacío lleno.

El pensamiento es otra música.

Y sólo el pensamiento
puede ocupar a su vez el lugar de la música
e infiltrarse como ella
en el extremo más distante de lo que existe,
como un casi animal tan consecuentemente fino
que puede entonces llegar hasta ese punto
donde el ser deja de ser el ser
para ser algo más que el ser.

 

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