La geometría del origen. Conversación con Iliana Scheggia

© Sebastián Arévalo

Por Hans Alejandro Herrera

“Me gusta Borges, los laberintos y las bifurcaciones”, nos cuenta la escultora Iliana Scheggia que busca el Aleph a través de su afán estabilizador de encontrar una base común en las formas básicas del universo. Precisamente, así es como se denomina su última muestra de instalación escultórica: Formas Básicas. Aquí, los patrones fractales se vuelven más que un leit motiv. “En general siempre trabajo temas como el origen del universo”, comenta Iliana mientras la acompañamos en la instalación de su muestra días antes de su inauguración. “Me interesa saber cuáles son los patrones que rigen el funcionamiento del universo. Además, la muestra presenta el tema de la incertidumbre. Sabemos algo hoy, pero mañana todo lo que creíamos se derrumba y surgen cosas nuevas y así cíclicamente”.

Domina en el interior de la primera sala, literalmente, un torrente de acero inoxidable. A Scheggia le gusta utilizar patrones matemáticos y de origami. “Este es un patrón de origami que lo he llevado a una escala mayor”, nos explica sobre la pieza más grande de la muestra. “Para hacer contrastar el cuerpo escultórico con el del espectador. Esta instalación está diseñada para confrontar el cuerpo y te obliga a moverte alrededor y cuestionarte qué hacemos”. Lo que parece un río congelado de formas cuadriculadas y que se parte en dos también podría entenderse como una topografía. Entonces, el juego que propone Iliana va más lejos, porque ya no solo se trata de una pieza ocupando un espacio sino la representación del espacio mismo.

En la misma sala hay una pieza con el mismo material de acero, pero ya presentando algunas muestras de óxido; al otro extremo, y ocupando toda la pared, una gran pieza cuadricular bidimensional totalmente oxidada que contrasta con el reluciente brillo de la primera pieza. Pareciera esta una analogía de la era post industrial así como de los eternos ciclos de creación-destrucción por la presencia del óxido.

Si la sala que nos recibe es abiertamente invasiva, el siguiente espacio nos lleva a cobijarnos en la contemplación. Las piezas son pequeñas, incluso manipulables, y la unidad de ella está constituida sobre otras unidades menores que la configuran como una especie de lego hasta constituir una forma piramidal. Es un juego interesante de dinamismo y contradicción el que propone Scheggia en una escala menor, pero con muchos mayores detalles, partiendo del material del que está hecho, cerámica de alta temperatura, “son pastas coloreadas con oxido sin esmalte”.

Sus propias formas prefiguran más arquetipos primitivos, como extraídos del neolítico. “Esto es más ancestral, remiten a piedras. Es como si fuesen fósiles de algo”. En efecto, el contraste con las piezas de la sala adyacente es de una distancia no solo material sino de presunción de épocas. Si una es evocadoramente cavernaria, la otra es industrial. “Es una metáfora del paso del tiempo y las cicatrices que coleccionamos de la vida”.

En conjunto, la muestra cuenta con una propuesta unitaria, dinámica, que va de la contemplación a la confrontación y a la reflexión de nuestro lugar en el espacio así como consigue remitirnos al desgaste del ser humano y su búsqueda inherente por la estabilidad. Iliana parafrasea a Borges mientras termina de instalar una pieza: “Yo prefiero soñar que las superficies bruñidas me prometen el infinito. Este es el anhelo del ser humano. El de durar para siempre, ser eterno. Sin embargo, nuestra condición humana es finita y vamos a morir. Igual, la interrogante sigue ahí y es: ¿A qué hemos venido aquí?”.

Formas Básicas puede ser visitada hasta el 14 de octubre en La Galería. 

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