Laurie Lomask sobre Vallejo: “¿Qué hacemos con esta monstruosidad?”

© Ladislao Plasencki

Trabajando en finanzas, en las cuatro paredes de su celda, dando a ese uno que retumba en el infinito, Laurie Lomask, profesora de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, estaba agotada contando la plata de inversionistas indiferentes. En medio de su agobio, encontró esperanza leyendo y estudiando a César Vallejo. Aquí una entrevista con esta especialista estadounidense sobre el poeta de Santiago de Chuco.  

¿Cómo surge su interés por César Vallejo?
Hace unos diez años, cuando trabajaba para una compañía de finanzas. Yo comencé la universidad estudiando números, no letras. Le había dedicado tres años al programa de matemáticas y necesitaba dinero para pagar mis cuentas de estudiante, así que postulé a una compañía que buscaba a alguien que mantuviera los datos de su sistema, como una secretaria avanzada. Me contrataron y pasé un año en esa empresa de inversiones internacionales. Les importaba poco de dónde venía el dinero o dónde lo invertían –así fuera en guerrillas en el medio oriente-, lo importante para ellos era al final: ¿Cuánto habían ganado?
Después de un año en ese ambiente, tuve la sensación de que se me perdía el alma, se me escapaba. ¡Todo el día pensando solamente en dinero, números! Tuve una crisis. Creo que fue una señal del universo: ¡Laurie, te estás muriendo! No sé cómo me acordé de Vallejo. Había leído algo de él o alguien me mandó un poema y comencé a leerlo todos los días, hasta en la oficina. Cuando debía estar trabajando en datos, cuando mi jefe no estaba, abría mi libro de Vallejo. Era una antología. Había poemas de Los heraldos negros, de Trilce, de España, aparta de mí este cáliz. Creo que Vallejo me salvó… Me di cuenta de que ya no podía más con matemáticas y al poco tiempo fui al departamento de mi universidad y me cambié a letras.

¿Por qué dice que Vallejo la salvó?
Creo que fue su manera de hablar del sufrimiento humano. Su sufrimiento es profundo pero te da la sensación de que no estás solo o sola en este mundo, y de que el sufrimiento forma parte del proceso de vivir, y de que uno puede sacar provecho del sufrimiento, de que hay momentos de luz, positivos.
A mí no me gustan esas frases afirmativas como “¡Sé positivo, mañana va a ser mejor!”, esas cosas que te dice la mamá. Soy un poco cínica en ese sentido, no me gusta ese optimismo falso. Creo que Vallejo admite que hay días pésimos, como cuando no tiene ganas de vivir. Tampoco tiene ese espiritualismo que siempre me parece un poco falso: “¡Mantén la fe en Dios!”, “¡Dios te ayuda!”. Para mí nunca ha tenido sentido… Vallejo no hace nada de eso, él dice: “Hoy llueve como nunca y no tengo ganas de vivir”.
Es verdad que a veces hasta nos faltan las ganas de vivir, ¡pero vivimos!, vemos algo en la tarde, en la lluvia, en el sufrimiento…, es que aun muriendo tenemos el arte, la poesía, la condición humana, aunque sea fea o grosera, pero es nuestra condición humana. Creo que ese es el amor puro por el ser humano, ¡en todos sus aspectos!, y no todos son positivos, hay aspectos monstruosos que forman parte de la condición humana. Es una pregunta profunda: ¿qué hacemos con esta monstruosidad?

¿Cuáles son esos aspectos monstruosos en la poesía de Vallejo?
La tristeza, la muerte, la violencia, la falta de ganas de vivir. A veces está todo gris en nuestro horizonte. A veces gritamos por querer gritar, sin razón. A veces no tenemos a nadie. A mí la soledad siempre me pesa mucho… Y es verdad que a veces estamos solos, no hay nadie para ayudarnos… Hay misterios que nunca vamos a entender, a pesar de la ciencia, de la filosofía, tenemos esos huecos negros que siempre van a estar ahí. Creo que Vallejo no trata de resolver nada en su poesía, no pretende darnos respuestas fáciles, por eso su poesía es compleja y seguimos hablando y hablando de ella… y analizándola. No hay fin ahí.

Ayer en algunas mesas se comentó que Vallejo fue un profeta de la esperanza…
Sí, de hecho mi primera participación en el Congreso del 2014 fue sobre Vallejo como profeta. Creo que mi ponencia fue “La voz profética en Los heraldos negros”. Creo que a través de la poesía podemos crear otros mundos, y tenemos que tener cuidado con los mundos que creamos. Siempre hay una responsabilidad en lo que decimos, escribimos, lo que compartimos…

¿Por qué?
Bueno, creo que la responsabilidad es de crear un mundo justo, equitativo, positivo... No quiero decir que todas las historias y las poesías tengan que ser felices, pero que provoquen reflexión, porque podemos decir que hay una cierta existencia, pero luego hay la expresión de ella y la articulación de esa existencia. Y mucho depende de cómo lo relatamos.

¿Cuál es su percepción de Los heraldos negros?
Es un poemario temprano en la vida de Vallejo. Creo que en él vemos las semillas de la filosofía vallejiana. Vallejo todavía está experimentando con sus versos, con su métrica, creo que está todavía en una fase de deuda con sus antepasados, con su comunidad, con su formación, con su educación, pero igual ya vemos lo que va a ser Vallejo en su totalidad, que es un ser que no se rinde ante nada, no se conforma, que aun cuando está escribiendo un soneto en el estilo clásico, ya se está saliendo de ese formato. Es un poemario que no se conforma: aunque tiene momentos de métrica clásica, igual rompe con esas normas.

Lomask: “Vallejo nunca tuvo el privilegio de los modernistas”

¿Usted encuentra a Vallejo más cercano al modernismo o al romanticismo?
¡A ninguno de los dos! Creo que a Vallejo tampoco le hubieran gustado esas etiquetas. Romanticismo sería demasiado místico y demasiado trascendental. A Vallejo le interesaba más el mundo, esta experiencia humana… Y creo que el modernismo sería demasiado abstracto, demasiado élite. A mí me encantan el romanticismo y el modernismo, no tengo nada en contra de esos movimientos, pero creo que Vallejo es diferente… El modernismo tiene algo de privilegio y Vallejo nunca tuvo ese privilegio. Creo que no lo hubiera aceptado tampoco.

¿Qué clase de privilegio?
Si decimos el arte por el arte, el arte puro, OK..., pero el arte no se come, no se vive del arte. El arte nos enriquece la vida. No podemos vivir sin arte, pero no nos da alojamiento, no nos da de comer, no respiramos el arte. Creo que ese enfoque en el arte puro, en el arte por el arte es un privilegio, solamente se puede desarrollar después de tener qué comer.

Cuénteme de la cuarta dimensión de la poesía, que es el motivo de su ponencia…
Es la sensación física al recitar la poesía. Es un tema que saqué de M.H. Abrams, un crítico famosísimo, cuya última conferencia –impresa en libro– habla de cómo se mueven los labios, la garganta a la hora de pronunciar las palabras o de leer un poema. No se trata de la sonoridad ni de la musicalidad ni del ritmo ni de la métrica, es más bien la sensación física y táctica [del sentido del tacto] de recitar, y hay que recordar que la poesía en sus orígenes era recitada en voz alta. [Esta propuesta] No está tan interesada en el interlocutor –en ¿quién va a escuchar esta poesía?– sino en quién está recitando y cuál es la sensación en el cuerpo de esa persona. De ese lado no ha habido estudios, por eso fue la charla de Abrams. No nos damos cuenta de que leer un poema nos obliga a leer: cuando Vallejo escribe un poema, cuando leo a Vallejo, él me obliga a pronunciar ciertas palabras, me está obligando a hacer como un baile en la boca, me está diciendo: ¡tu boca va a moverse así!
Me dio mucho trabajo pensarlo... Es interesante porque hay palabras suaves con un significado muy grave. Hay palabras con mucha r, hay palabras difíciles de pronunciar pero con un significado elevado, muy florido. A veces la sensación de que la palabra no coincide con su significado; otras veces sí, como libélula…

Y como rabia
¡Rrrrabia! Sí, la boca está como raspando. Hay momentos de sincronía y también momentos de choque entre significado y sensación, momentos de tensión. Creo que Vallejo jugaba con esas sensaciones, estaba consciente de eso. Como cuando uno escribe una carta… Cuando yo escribo una carta sé que el papel de mis manos va a llegar a tus manos, es una sensación física. Creo que Vallejo sabía que su poesía iba a producir una sensación física en el lector o en quien iba a recitarlo...

¿Cuál es esa sensación de leer a Vallejo?
Es difícil, complejo. Hay momentos de coincidencia o sincronía cuando lees sobre el sufrimiento y lo pesado de la vida –te das cuenta de que usa palabras difíciles–, pero luego hay momentos en que él debería cerrar un poema pero te da una vocal abierta y tu boca queda en suspenso… Hay de todo. Me dieron mucho en que pensar esos momentos en que Vallejo nos deja en el aire, con la boca abierta.

¿Por ejemplo?
Cuando termina con una a, o cuando termina en “Yo no sé”, o cuando pone puntos suspensivos y la boca no se cierra. ¿Qué nos pide Vallejo?: ¿que continuemos?, ¿nos está abandonando? De ahí salen un montón de interpretaciones… Creo que pensar en esas sensaciones en la poesía es un nuevo camino.

¿Cuál debería ser el gancho para atraer a los jóvenes hacia la poesía de Vallejo?
Para el próximo congreso que organizaremos en Nueva York queremos invitar a jóvenes con estudios sobre género, cuerpo, medio ambiente; creo que son temas que se han estudiado poco en Vallejo, pero que son frecuentes en otros campos, en otros poetas.

También llama la atención que haya muchos hombres y tan pocas mujeres entre los vallejistas…
Sí, somos pocas… Sólo tres [las que vinieron al Encuentro Internacional Espergesia 2019, realizado en Trujillo].

¿Cómo captar al público femenino?
Bueno, se ha dicho que no hay mujeres especialistas en Vallejo, ¡pero hay que llamarlas!, ¡hay que invitarlas a publicar! Como profesores debemos ser conscientes de las atenciones que damos a estudiantes hombres y a estudiantes mujeres. Cuando hay una estudiante muy buena, yo la dejo en paz, no quiero molestarle, pero cuando hay un estudiante hombre, le digo: ¡Sí, sí, publica!
Es verdad que el escenario académico sigue siendo mayormente masculino, por eso hay que decirles a nuestras estudiantes que no tengan miedo, que publiquen, que manden sus ideas y artículos, que participen sin miedo, aunque hablen de cosas nuevas. Yo sé lo difícil que es sentirse ajena, ser una de pocas, ser criticada, pero está bien… Hay que insistir, es una batalla. Hay que luchar. Si no lo hacemos ahora, nunca vamos a ver mujeres en la academia. Hay muchas estudiantes pero sigue habiendo pocas especialistas, profesoras y ponentes.

Entonces, Nueva York 2020…
Sí, para mí es un gran honor hablar ahora contigo y organizar el congreso del 2020 en Nueva York –en el que seré presidenta–, con la ayuda de Gladys Heredia Flores, José Antonio Mazzotti y todo el Centro de Estudios Vallejianos. La convocatoria ya está por salir y queremos recibir sobre todo temas relacionados al feminismo, indigenismo y conciencia del medio ambiente.

Añadir nuevo comentario