La revolución noventera-mexicana de Francisco Ángeles

'Adiós a la revolución' es un regreso a la buena novela clásica.

No intente entender, solo léalo. Este parece ser el sino de la última novela de Francisco ÁngelesAdiós a la revolución (Random House, 2019) es una historia sobre sexo buscando el amor, el fantasma de la guerrilla zapatista en el Chiapas de casi hoy, un Montesinos mexicano y un homenaje a la década de los 90 vivo más que nunca hoy. Una gran novela que corre y corre como las buenas novelas, esas que no te sueltan ni cerrando el libro. Quizás. No, estoy seguro, por primera vez estoy seguro, la mejor novela de autor peruano de esta década.

Mi encuentro con el libro del autor de Austin Texas 1979 (Ramdon House, 2017) fue como el de muchos otros, a través de un libro prestado que a su vez era prestado de otro. Así fluyen los libros de mano en mano. Apenas lo acabé estaba convencido de querer entrevistar al autor, lo contacté por Facebook y coordinamos una entrevista por Skype. Soy analógico y no tengo Skype y no planeo tenerlo. Así que para entrevistarlo me presté no solo la cuenta sino también el teléfono de mi amigo Octavio para llamarlo. Mientras acompañaba a mi amigo a la clínica Angloamericana para sus terapias musculares (había tenido un accidente muscular practicando alpinismo), yo me proponía a entrevistar al autor de esta novela. Francisco estaba en Chicago o quizá en Filadelfia. Él desde su oficina; yo debajo de las escaleras de emergencia de la clínica. 

TODAS LAS BUENAS HISTORIAS PASAN EN MÉXICO
Todo empieza en una universidad de EE.UU., donde Emilio, un profesor universitario progre de 35 años, peruano, con flaca, una perspectiva de futuro, y consumidor de ansiolíticos y canciones noventeras de Daniel F y sobre todo Dolores Delirio, alegra sus días de enseñanza universitaria metiendo ideología izquierdista en sus clases de historia del arte latinoamericano para así acabar haciéndose de ligar a una ingenua alumna 15 años menor que él, a fuerza de inculcarle la importancia de la última trinchera guerrillera del mundo, el zapatismo, y cumplir el sueño sudaca, casi una utopía, de hacerse a una gringa. Todo muy bien, sino fuera porque la relación que debería ser solo sexo comienza a derivar hacia algo parecido al amor, que quizá los ansiolíticos que consume no le dejan terminar de sentir e incluso conocer. Emilio es un cínico, proyectado en su carrera y los modos burgueses de vida, una especie de arquetipo de académico progre que trabaja su tesis de la ola rosada en los carteles de propaganda en las campañas de Hugo Chávez, Evo Morales, Correa y Cía.; además, para horas consumiendo conferencias académicas en YouTube y su vida gira en torno a la universidad, el piso que renta con su flaca y la aventura que vive y que lo va arrastrando por donde su sangre fría no quisiera. Inculcador de ideologías levantiscas con fines sicalípticos, Emilio irá arrastrando a su joven pupila en la utopía del zapatismo, hasta que un día, años después, y olvidado de casi todo, haciendo scroll en Facebook la vuelva a encontrar, pero esta vez como una noticia, la denuncia de su captura en Chiapas como guerrillera zapatista. Es entonces que arrojado por un vago sentimiento de culpa y algo más, Emilio dejará la inopia de su vida universitaria y se meterá al profundo México, no se sabe bien si a rescatarla, solo verla, amarla o acaso solo conocer qué fue de ella (y de él también).

MÁS REFRESCANTE QUE UNA 7UP EN EL DESIERTO
La novela peruana contemporánea tiene un serio problema o quizás dos. Es terriblemente autoficción al punto de ser lo único de lo que se habla, como si nuestros novelistas fuesen incapaces de hablar más allá de sí e inventar una historia. Otro problema que es consecuente al anterior, es que sus novelas son de personaje único: ellos mismos. Eso no estaría mal si no es porque casi todos lo hacen y eso es desgastante. Adiós a la revolución es una superación de esto y es un regreso a la buena novela clásica, una aventura en México plagada de conspiradores, informantes, corrupción, donde todos parecen solo sacarle dinero o información a un descreído Emilio, un peruano perdido en México que rápidamente, no sabe cómo, se hace de un par de amigos con quienes ir a tomar un trago y por supuesto ser él el que siempre invite.

Brillantemente escrito en dos ritmos, una más personal con preferencia al monologo interior, y la otra, con una velocidad trepidante que hacen correr las páginas mientras nos interna en Chiapas en busca de lo que queda de la última trinchera revolucionaria latinoamericana, convertida en atracción turística con bloqueo de carretera incluido, sentiremos meternos de verdad en una novela a lo Graham Greene, pero en lugar de izquierdistas revolucionarios de verdad encontraremos, manipuladores de la información, hipsters, vegetarianos, talleres de yoga, un gurú mexicano, un bibliotecario que ofrece su miedo para sacar dinero, y un cínico en medio de ellos que se renuncia a desertar sin antes volverla a ver. 

MANUAL DE NOVELA: TEN PERSONAJES
Y esta novela tiene dos grandes personajes, uno es Licho Best, un Montesinos de provincia mexicana, que ejerce un poder sin tenerlo en la práctica, el de la información. Trabaja con todos, zapatistas, la policía, todos. Él no tiene necesidad del poder oficial. Tiene el poder de ser el intermediario. En la era de la información él la maneja y vive de eso. Como trasfondo esta el zapatismo y su energía transformadora, revolucionaria, que parece congelada en forma de un suvenir más cuyo capital, el misterio de los caracoles, es su último remanente. Para Francisco, lo del zapatismo y Licho tiene un nexo más allá del comercio, es el "síntoma de algo más, de obtener un lugar en la sociedad, de obtenerlo y ejercerlo extraoficialmente".

Así la novela va de los pubs y bares de una pequeña ciudad de Chiapas, la leyenda del subcomandante Marcos, a la Universidad Campesina, donde se comparte la experiencia del trabajo manual sin buscar contar un relato, porque "el relato es imponer una versión y eso es autoritario". Esto se explica en las palabras de Licho Best que resuena en la cabeza de Emilio después de escapar de la Universidad Campesina y su misterioso Maestro: "no intente entender". Como si entender, develar el misterio, solo conllevara, como dice Chesterton, a la decepción inherente que tiene todo secreto. La expectativa siempre es superior la realidad. Tod Chiapas con sus caracoles, la Universidad, todo allí apesta a que nada vale la pena descubrir. Un gran bulo que no se quiere desenmascarar y es más atractivo ver desde la especulación. Siendo así el traficante de información, Licho, todo naco, retaco, y ampulosamente comedido pareciera ser la metáfora de todo ese entramado de misterios. Un peligro de conocer es la decepción misma, sobre todo si el conocimiento se parece a Licho. Por otro lado ,Emilio guarecido en su cinismo se niega a saber de sí, conocerse en la expresión de lo que realmente siente hacia Sofía, a la que lleno su rubia cabeza de zapatismo en la universidad y para el que todo el mundo es un farsante, menos uno.

90'S FOREVER
"Somos inocentes y hay cosas tan jodidas alrededor", cavila por un momento Francisco mientras hablamos de su novela y apuntamos ahora a su gran personaje secundario: El Noventero. Un flaco atrapado en el grunch en pleno 2014, es un personaje entrañable, casi inolvidable. Todos hemos tenido un amigo así al que hemos perdido hace mucho. Es decir nosotros mismos. Arquetípicamente puro como Oliver Twist, es el adolescente eterno que pasa de treinta y no hace más que transmitir buenas vibras. Su forma de vida lo hace lucir como un cosplay a tiempo completo. "El Noventas es el más radical en pensamiento porque lo lleva a la práctica. Y Emilio es todo lo contrario, es radical de izquierda pero al final no hace nada.  El único coherente es Noventas, él cree en esa vida y es percibido como un looser y sigue en su misma onda como si tuviese 18 años teniendo treinta y pico. Él ha llevado su estilo de vida a la práctica a cambio de sí mismo". Siendo así él es el único que hizo realidad su utopía. Los Noventas que pagan con su futuro la oportunidad de ser. Quiere serlo y puede serlo pero se paga un precio. Y en Noventas es el futuro. "Y eso es un acto valiente".

"Emilio es un poco como el Noventero, es nostálgico, romántico incluso", señala Francisco como si todos los Emilios de ahora alguna vez pudiesen haber sido el Noventero con su pelo largo caminando por la Real Guadalupe de noche, despreocupado. Una escena memorable es cuando Emilio le muestra al Noventero las canciones de Dolores Delirio, los 90 mexicanos escuchando a los 90 peruanos. "El Noventero es como una parodia, un extremo de eso, de vivir esa época", explica Francisco. "Alguien que creció en los 90's, con una chamba normal hoy, un abogado, con hijos, le pones un Artic Monkeys y llora. Esa nostalgia por tú época. Porque lo sentíamos y éramos. Haber crecido en los 90, una época que marca una diferencia con la de nuestros padres y los millenials mismos, es una generación de ruptura con la pospolítica y el neoliberalismo. Y es que ninguna generación de la humanidad ha sido tan nostálgica con su propia vida. Toda esa onda retro de bandas que regresan y la gente sigue afanada. El Noventas es eso, una parodia con cariño, un homenje a nosotros mismos, y me incluyo a mí". 

El Noventas en ese entramado de manipulaciones que es Chiapas, parece ser la única postura coherente frente al mundo. Un revolucionario auténtico precisamente en su reivindicación personal. Indiferente a la política y a lo que pasa alrededor. Parece que él es el único inocente, porque ni Emilio, el protagonista lo es, sin embargo hay un sinsabor que Sofía revela hacia el final. Y ese es el mayor logro de la novela. Porque hasta Emilio, con su natural desconfianza hacia todos, cree en él. Y es brillante el juego semántico, pues cree en los Noventas, una persona lo mismo que una época. "Pero esa mácula al final no lo rompe del todo".  Y yo como lector le cierro los ojos a esa mancha para mantener la fe. Porque quiero creer en los 90. "Te hace pensar –dice Francisco– que uno puede ser un poquito corrompido y seguir siendo inocente. Y es necesario creer en alguien". Y solo por eso quiero creer en los 90. 

No intente entender, solo léalo. Y no dejara de ver pasear a Emilio, Licho y el Noventas por la Real Guadalupe de noche mientras suena un canción de Dolores Delirio y se anuncia que las carreteras al futuro han sido bloqueadas no se sabe por cuánto tiempo.

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