Nadie nos extrañará

Diseño de portada: Jhosep Abarca Gómez

Extracto del cuento Una virgen para Papá Noel, de Luis Francisco Palomino

Daniela salió primero. Pasó por mi costado. Olía rico. En el auto de la señora Dasso, pudimos conversar un poquito. Lo clásico: quiénes éramos, qué hacíamos. Tenía veinte años y estudiaba publicidad. Era verdaderamente encantadora, por lo que omití toda información de Alexa y sus amigas huecas. Hasta entendí por qué la consideraban rara.

Yo esperaba mi turno, oyendo la actuación desde el salón. El animador, un tipo que sonaba homosexual, preguntó: 

—A ver, niños, díganme: ¿Papá Noel existe? 

De inmediato, los niños corearon que sí. En ese momento sentí ganas de largarme. Esos niños no se merecían a un Papá Noel coquero. Quería correr a la bodega a fumarme un pucho. Pero debía hacerlo por ellos. Alguna vez también estuve sentado en los muslos de un viejo panzón vestido de rojo con un regalo abrazado a mí. Era niño. Era una fotografía. Cuán rápido se nos va el tiempo.

Me entró la demencia. ¿Qué chucha hacía ahí, al costado de diminutas carpetas removidas y de paredes empapeladas con manitos de témpera? ¿Qué estaba pasando con mi vida, carajo? ¡¿A dónde me habían llevado los pogos?!

No tenía casa, andaba peleado con mi vieja, cada día más cerca de los treinta. Sin trabajo, sin estudios. Jodido.

—¿Quieren ver a Papá Noel?, ¿quieren ver qué les ha traído Papá Noel? —insistió eufóricamente el animador— ¿Se han portado bien, niños?

Los niños, obviamente, gritaron que sí.

—¡Llamémoslo juntos! Papá Noel a la unaaaa... 

Una señora entró en el salón y me entregó un sacón verde que contenía cajas envueltas en papel de regalo.

—Cada caja tiene su nombre, los llamas uno por uno y se las entregas —me indicó y se fue rápidamente.

—Papá Noel a las dooooos —continuó el animador. 

Me acomodé las pelotas. Y cuando ya estaba a punto de salir, un chillido interrumpió la festividad. Era una alarma, como una ambulancia dentro del nido. 

—Calma, calma —pidió el animador—. Ay, carijo —le escuché decir antes de que dejara caer el micrófono.

Caminé pesadamente hacia la puerta, la entreabrí y vi lo que estaba ocurriendo en el patio. Un grupo de policías evacuaba a los niños de cabecitas rubias que lloraban porque no entendían nada, ¿qué pasa?, ¿y nuestros regalos?, ¿dónde está Papá Noel?, y también vi cómo la Virgen María se resistía a abandonar el nido y gritaba que esperasen, que todavía faltaba sacar a Papá Noel, que no podían dejarme ahí. Con esfuerzo se zafó de los brazos de un tombo y corrió hacia el salón.

—Tienes que salir, huevón, ¡hay una bomba! —me gritó la Virgen María.

—Mierda, salgamos —dije, como un estúpido. 

Y cruzamos un par de cámaras de televisión que estaban haciendo una transmisión en vivo de las incidencias. Algunos niños me señalaban contentos y decían ahí está Papá Noel, Papá Noel, quiero mi regalo. ¿Papá Noel, qué está pasando?

El libro, publicado por la editorial Animal de inverno, está disponible en todas las librerías de Lima. 

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