¿Un vendedor de periódicos puede ser el protagonista de una gran historia? Para el autor J.J. Bolaños la respuesta es contundente y nos la cuenta en su primera novela: Tomas-IN. Bolaños quería escribir, inicialmente, un libro de autoayuda para niños, la historia de un ave pequeña que soñaba convertirse en un halcón o en un majestuoso cóndor, es decir una versión moderna del Patito Feo, clásico de Hans Christian Andersen.
Pero faltaba algo importante: Un nombre. Y es que el personaje no tenía nombre y se necesitaba uno para poder hablarle, darle vida e iniciar así una narración que nos atrape. Es aquí donde, en una lluvia de ideas, surge el nombre de Tomasín. Pero ¿Tomasín? ¿Sería un buen nombre? Además de ser un ave pequeña, el personaje que empezaba a gestarse en la mente de J.J., iba a luchar contra un nombre que aún no convencía a su creador.
Siguiendo su instinto, el personaje cambia radicalmente, pero conserva el nombre con un ligero cambio. Ahora es una historia diferente, una más profunda y de innegable sabor nacional, en la que conoceremos a Tomas, un vendedor de periódicos, harto de las injusticias que por el trabajo que ha realizado desde pequeño, ha leído y escuchado a diario. Por ello decide buscar refugio en el lugar más IN del barrio y desde ese estado de vigilia, nos narra lo que sucede en su atribulada ciudad, sobre todo en un pequeño mercado en el que la fruta no solamente decora el ambiente con sus colores, sino que es mudo testigo del olvido en el que se encuentran otros personajes.
J.J. Bolaños, médico de profesión y escritor de corazón, siente que la gente ha dejado de ser sensible a las historias más sencillas, a las que están cerca de ellos y que tal vez miramos sobre el hombro. Busca que las vivencias de Tomas-IN se conviertan en un vehículo de profunda reflexión ante nuestra realidad, una que se ha vuelto insensible ante la vida misma.
Si hablamos de influencias, el autor deja en claro que observar la vida misma y no perder esa conexión con el ciudadano de a pie -sin perder la mirada en la calle- ha sido su mayor y más rica fuente de inspiración. Pero prefiere leer y (re) leer a Miguel de Unamuno, Louis-Ferdinand Céline, Kurt Vonnegut, Alberto Moravia, Alfredo Bryce Echenique, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y el primer párrafo en francés de El Extranjero de Albert Camus.
